Sé un modelo para los fieles

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,9

Después de haber hablado el Señor de lo que estos pastores aman, habla de lo que desprecian. Son muchos los defectos de las ovejas, y las ovejas sanas y gordas son muy pocas, es decir, las que se hallan robustecidas con el alimento de la verdad, alimentándose de buenos pastos por gracia de Dios. Pues bien, aquellos malos pastores no las apacientan. No les basta con no curar a las débiles y enfermas, con no cuidarse de las errantes y perdidas. También hacen todo lo posible por acabar con las vigorosas y cebadas. A pesar de lo cual, siguen viviendo. Siguen viviendo por pura misericordia de Dios. Pero, por lo que toca a los malos pastores, no hacen sino matar. «¿Y cómo matan?», me preguntarás. Matan viviendo mal, dando mal ejemplo. Pues no en vano se le dice a aquel siervo de Dios, que destaca entre los miembros del supremo Pastor: Preséntate en todo como un modelo de buena conducta, y también: Sé un modelo para los fieles.

Porque, la mayor parte de las veces, aun la oveja sana, cuando advierte que su pastor vive mal, aparta sus ojos de los mandatos de Dios y se fija en el hombre, y comienza a decirse en el interior de su corazón: «Si quien está puesto para dirigirme vive así, ¿quién soy yo para no obrar como él obra?» Así el mal pastor mata a la oveja sana. Y, si mató a la que estaba fuerte, ¿qué va a ser lo que haga con las otras, si con el ejemplo de su vida acaba de matar a la que él no había fortalecido, sino que la había encontrado ya fuerte y robusta?

Os aseguro, hermanos queridos, que, aunque las ovejas sigan viviendo, y estén firmes en la palabra del Señor, y se atengan a lo que escucharon de sus labios: Haced lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen; sin embargo, quien vive de mala manera a los ojos del pueblo, por lo que a él se refiere, está matando a los que lo ven. Y que no se tranquilice diciéndose que la oveja no ha muerto. Es verdad que no ha muerto, pero él es un homicida. Es lo mismo que cuando un hombre lascivo mira a una mujer con mala intención: aunque ella se mantenga casta, él, en cambio, ha pecado. La palabra de Dios es verdadera e inequívoca: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. No ha penetrado hasta su habitación, pero la ha deseado en su propia habitación interior.

Así, pues, todo aquel que vive mal a la vista de quienes son sus subordinados, por lo que a él toca, mata hasta a los fuertes. Quien lo imita muere, mientras que quien no lo imita vive. Pero él, por su parte, ha matado a ambos. Matáis las más gordas – dice el profeta- y, las ovejas, no las apacentáis.

R/. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.

V/. A los encumbrados se les juzga implacablemente.

R/. Al que mucho se le confió, más se le exigirá.
Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Sé un modelo para los fieles. San Agustín

Una fe generosa y firme

San Cipriano, obispo y mártir

Carta 60, 1-2.5 (CSEL 3,691-692.694-695)

Cipriano a su hermano Cornelio:

Hemos tenido noticia, hermano muy amado, del testimonio glorioso que habéis dado de vuestra fe y fortaleza; y hemos recibido con tanta alegría el honor de vuestra confesión, que nos consideramos partícipes y socios de vuestros méritos y alabanzas. En efecto, si formamos todos una misma Iglesia, si tenemos todos una sola alma y un solo corazón, ¿qué sacerdote no se congratulará de las alabanzas tributadas a un colega suyo, como si se tratara de las suyas propias? ¿O qué hermano no se alegrará siempre de las alegrías de sus otros hermanos?

No hay manera de expresar cuán grande ha sido aquí la alegría y el regocijo, al enterarnos de vuestra victoria y vuestra fortaleza: de cómo tú has ido a la cabeza de tus hermanos en la confesión del nombre de Cristo, y de cómo esta confesión tuya, como cabeza de tu Iglesia, se ha visto a su vez robustecida por la confesión de los hermanos; de este modo, precediéndolos en el camino hacia la gloria, has hecho que fueran muchos los que te siguieran, y ha sido un estímulo para que el pueblo confesara su fe el hecho de que te mostraras tú, el primero, dispuesto a confesarla en nombre de todos; y, así, no sabemos qué es lo más digno de alabanza en vosotros, si tu fe generosa y firme o la inseparable caridad de los hermanos. Ha quedado públicamente comprobada la fortaleza del obispo que está al frente de su pueblo y ha quedado de manifiesto la unión entre los hermanos que han seguido sus huellas. Por el hecho de tener todos vosotros un solo espíritu y una sola voz, toda la Iglesia de Roma ha tenido parte en vuestra confesión.

Ha brillado en todo su fulgor, hermano muy amado, aquella fe vuestra, de la que habló el Apóstol. Él preveía, ya en espíritu, esta vuestra fortaleza y valentía, tan digna de alabanza, y pregonaba lo que más tarde había de suceder, atestiguando vuestros merecimientos, ya que, alabando a vuestros antecesores, os incitaba a vosotros a imitarlos. Con vuestra unanimidad y fortaleza, habéis dado a los demás hermanos un magnífico ejemplo de estas virtudes.

Y, teniendo en cuenta que la providencia del Señor nos advierte y pone en guardia y que los saludables avisos de la misericordia divina nos previenen que se acerca ya el día de nuestra lucha y combate, os exhortamos de corazón, en cuanto podemos, hermano muy amado, por la mutua caridad que nos une, a que no dejemos de insistir, junto con todo el pueblo, en los ayunos, vigilias y oraciones. Porque éstas son nuestras armas celestiales, que nos harán mantener firmes y perseverar con fortaleza; éstas son las defensas espirituales y los dardos divinos que nos protegen.

Acordémonos siempre unos de otros, con grande concordia y unidad de espíritu, encomendémonos siempre mutuamente en la oración y prestémonos ayuda con mutua caridad cuando llegue el momento de la tribulación y de la angustia.

R/. Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

V/. Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega.

R/. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.


Oremos:

Oh Dios, que has puesto al frente de tu pueblo, como abnegados pastores y mártires intrépidos, a los santos Cipriano y Cornelio, concédenos, por su intercesión, fortaleza de ánimo y de fe para trabajar con empeño por la unidad de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Una fe generosa y firme. San Cipriano, obispo y mártir

Una mirada positiva

José Iribas

Al poco de ser elegido secretario general de la ONUKofi Annan relataba a Newsweek una historia que vivió personalmente.

Annan señalaba: Con 17 años, aprendí una lección que nunca olvidaré. Un día, el director del instituto entró en nuestra clase con un inmensa hoja de papel blanco; una hoja, de un metro de largo por un metro de ancho, que tenía un pequeño punto negro en una de sus esquinas. El director extendió la hoja ante nuestros ojos y nos preguntó: 

-Chicos, ¿qué veis? 

Todos respondimos al unísono: – ¡Un punto negro!

Él movió la cabeza con tristeza y desaprobación y dijo: – ¿Ninguno de vosotros ha sido capaz de ver esta enorme y hermosa hoja de papel? ¡Muchachos, no vayáis por la vida con esa actitud!

El mensaje había dado en el blanco.

A veces transitamos por la vida centrados en ese ‘maldito’ punto negro que parece imperar; que nos obsesiona; que capta nuestra atención y la atrapa: ¡y obviamos o despreciamos el amplio soporte blanco en que el mismo se presenta!

Tenemos una capacidad de mirar selectiva, sí. Selectiva y… a veces negativa. Que puede llevarnos al desánimo, a la desazón, a la amargura o a la crítica destructiva. En todo caso, a una evaluación injusta. 

Esté donde esté ese ‘punto negro’, ya sea en ti, en tu misma nariz, te obceca; y estás convencido de que es lo único en lo que los demás van a fijarse, aunque luego nadie se percate o le dé tanta importancia como tú.

Y cuando piensas que está en la cara de otro: ¡ah, cuando creemos que lo hemos detectado, que lo hemos pillado en el de al lado, qué implacables podemos ser con los demás! Lo de la paja en el ojo ajeno…

No voy a negar que los puntos negros, oscuros, existen. También, por cierto, las cremas limpiadoras o… las gomas de borrar.

Pero no quiero dejar de apuntarte alguna idea:

Recuerda aquello de que mete más ruido un árbol que cae que todo un bosque que crece.

No olvides tampoco que, por ejemplo en los medios de comunicación, siempre es más noticia lo de ‘hombre muerde perro’ que ‘perro muerde hombre’. Así que no te obsesiones si los telediarios van cargados de ‘necrológicas’. Las buenas noticias –desgraciadamente- no aparecen con la misma frecuencia que las malas; aunque haya más de las primeras. Y ya que hablamos de esto, recuerda –con el título de este post que ahora te cito- que ‘Las buenas noticias dependen de ti’. Y actúa en consecuencia: pon el altavoz. Mantén –además- la actitud del protagonista de ‘Alérgico a las balas’. ¿Que no recuerdas cuál era? Te vas a reír… O vas a pensar.

Dicho todo lo anterior, te añado: siempre se cuenta (por ejemplo, por quienes realizaron el servicio militar obligatorio, la ‘mili’) que los recuerdos que uno acaba guardando, finalmente, son los buenos. Suele ocurrir algo parecido cuando uno rememora su época de estudiante. Y, a veces, hasta cualquiera tiempo pasado… Pues no te amargues ese presente que mañana será pretérito.

Para todo ello, te planteo algunas cuestiones

  1. ¡Fíjate en el hermoso folio blanco que te presentan: en su conjunto! Y disfrútalo: aprovéchalo bien. No me seas tiquismiquis ni aguafiestas. Ve el lado bueno de la vida. Y refléjalo.
  2. Si lo que ves te parece un punto negro, asegúrate de que es así. Toma perspectiva; dale, en cualquier caso, su justa dimensión en todo su contexto. Si el punto es tuyo, aprende de ello; y límpialo. Si fuera ajeno, si está en tu mano, colabora a eliminarlo. Y recuerda siempre, cuando hayas de ayudar a otra persona, lo que te contaba en ‘La crítica leal’…
  3. Sea el punto propio o ajeno, sé compasivo: perdona (te) o pide perdón. Pero nunca te me vayas abajo: recuerda que somos humanos, falibles… y que el mejor escribano echa un borrón. Al que anda, le pasa… A veces, tropieza, ¿y? ¡Que te sirva para tomar impulso!
  4. Aprende también a cambiar el color de los puntos oscuros, cuando no esté en tu mano poder eliminarlos. Si ves que nos centramos -cuando nos presentan una hermosa hoja en blanco- en un minúsculo punto (somos así), ¿qué pasaría si consiguieras que precisamente ese punto hacia el que se nos van los ojos… estuviera lleno de color, de luz? ¿Recuerdas cómo, de niño, añadías el amarillo al azul -por oscuro que parezca- para conseguir un verde esperanza? ¿Puedes sacar bien del mal? Recuerda cómo se crea una perla…

Me gustaría, y acabo ya, trasladarte la importancia de mantener, en lo posible, un espíritu, una actitud, positiva, esperanzada; si puede ser, hasta alegre… incluso cuando no sea fácil, en los diarios quehaceres, en las batallas cotidianas…

La vida tiene, sí, sus claroscuros; pero –como señalaba en su día mi buena amiga Begoña o el Doctor Enrique Rojas– esos contrastes pueden propiciar una hermosa pintura, un bello tapiz… ¿Recuerdas el post ‘Tú y tu Kintsugi’?

En fin… ¡que siempre hay razones para el optimismo! Y si no, habrá que inventarlas; que hacerlas posibles. E intenta –cielito lindo, que dice la canción– no ver verruga allí donde lo que hay es un simpático lunar…

Tú sabes cómo lograrlo. Y, si no, pide ayuda. Que para eso estamos.

Por cierto, por si alguien estuviera obcecado en algún puntito oscuro, sufriendo y/o haciéndolo pasar mal, y le viene bien leer esto, ¿me ayudas a difundir?

Harás bien.

Y… de eso se trata. Y punto.

José Iribas.

www.dametresminutos.wordpress.com

@jiribas

Una mirada positiva. José Iribas

Adolescencia y paciencia de Dios

María Álvarez de las Asturias

“No me escucha; no me hace caso; le apoyo cuando sabe lo que hace pero se enfada si alguna vez le digo que se está equivocando o le doy algún consejo pero ¡yo sólo lo hago por su bien!”

Son frases que se repiten en las conversaciones de padres de adolescentes, ya sea entre amigos o en consultas de orientación. Y van más allá: “no entiendo este comportamiento, que no se corresponde con lo que le hemos enseñado en casa”. Y la preocupación de los padres ¿lo hemos hecho tan mal???

No, probablemente lo hemos hecho bastante bien; o, al menos, todo lo bien que hemos sabido y podido. Pero nuestros hijos, que durante la infancia recibían naturalmente lo que venía de sus padres como “lo bueno”, empiezan a cuestionarse todo. Y es normal: ya no vale con hacer las cosas “porque lo dicen mis padres”, tendrán que buscar la forma de hacer las cosas “porque es bueno”, interiorizando y haciendo suyos  -o descartando-  los valores que les hemos propuesto. Y en ese proceso de crecimiento hacia la madurez, junto a muchas cosas buenas, habrá enfados, meteduras de pata, rebotes contra lo que se percibe como autoridad que limita la libertad, aciertos, rectificaciones, manifestaciones (sinceras) de cariño, peticiones de ayuda y de perdón seguidos de nuevos enfados y rebotes…

Todo esto, a los padres les causa un sufrimiento grande; pero forma parte del amor el respeto a la libertad del otro, en este caso a la libertad de los hijos. No les quiero porque son como yo quiero que sean, les quiero porque son ellos, con sus aciertos y errores. Me alegro con lo bueno y sufro con lo malo, porque amar es exponerse y dejarse afectar por lo que le pase al amado.

Para los creyentes, esta etapa de la paternidad tiene una gran ventaja: es muy educativa; porque nos sitúa a nosotros, padres de adolescentes, ante Dios, Padre nuestro, que puede decir de nosotros lo mismo que nosotros de nuestros hijos: Yo sólo quiero tu bien y tú te enfadas; si te doy un consejo es porque sé lo que te conviene; estoy a tu lado para sostenerte y apoyarte y te parece que invado tu libertad; no entiendes que te quiero cuando aciertas y cuando te equivocas porque te quiero por ser tú, por ser mi hijo.

Así, sufriendo por nuestros hijos, podemos entender mejor el sufrimiento de Dios que forma parte de su locura de amor por cada uno de los hombres.

María Álvarez de las Asturias

Canonista, especialista en noviazgo

y orientación familiar.

www.estaporvenir.com

@mariaalvarezast

Adolescencia y paciencia de Dios. María Álvarez de las Asturias

Relación de pareja descompensada

Marisa Lorenzo

Hay personas que les parece tener una relación de pareja descompensada. Tienen la sensación de que dan todo por su pareja y que no reciben nada a cambio.

Lo curioso es que a veces esta sensación es compartida por los dos. Ambos miembros de la pareja piensan que no reciben tanto como dan.

Si crees que tu matrimonio está descompensado, hazte los siguientes planteamientos:

1.- ¿Se trata de una sensación o es una realidad? ¿Uno de los cónyuges vive para el otro y el otro vive para sí mismo?

A veces no somos conscientes de lo que nuestro cónyuge hace por nosotros. Es necesario detectar todo lo que nuestra pareja aporta de positivo a nuestra vida.

¿No hace nada o es que nosotros no lo vemos?

Si crees tener una relación de pareja descompensada, sugiero hacer una relación de cosas buenas que tu pareja hace por ti, cosas positivas que aporta a tu vida.

2.- La reciprocidad en el matrimonio consiste en dar y acoger lo que el otro me da. Pero esto no puede ser un intercambio de favores, un trueque inmediato.

Quizás, se parecería más a una cuenta corriente de amor. Yo hago todo lo que puedo por ti, por hacerte feliz y esto engrosa mi cuenta corriente de amor. Mi marido, a su vez, hace todo lo que puede por hacerme feliz, por cuidarme, e incrementa la cuenta corriente de nuestro amor.

No siempre a la vez. No uno inmediatamente después del otro. Sin canjear sobre la marcha lo que cada uno aporta.

En los matrimonios que funcionan bien, la situación es equilibrada si se mira en un periodo amplio, aunque haya descompensaciones en momentos o periodos concretos.

3.- A veces el problema está en que no sabemos satisfacer nuestras propias necesidades. Hay personas que siempre posponen sus necesidades para atender las de los demás.

En estos casos, se debe trabajar para ser emocionalmente más independientes; escucharse un poco más; aprender a atender las necesidades propias; priorizarse.

4.- Si realmente tu pareja es egoísta, debes aprender a pedir y saber decir que no; mostrar tus necesidades para que tu pareja pueda conocerlas y atenderlas. A veces creemos que nuestro cónyuge es adivino. Pide sin exigir. Explica lo que necesitas. Enséñale a salir de sí mismo.

Y no nos olvidemos: el matrimonio no es vivir CON alguien, es vivir PARA alguien.

Marisa Lorenzo

Asesora Familiar. https://www.terapiadeparejasevilla.es/

@marisalorenzo_

Relación de pareja descompensada.

La Madre estaba junto a la cruz

San Bernardo

Sermón en el domingo de la infraoctava de la Asunción, 14-15

El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste – dice el santo anciano, refiriéndose al niño Jesús- está puesto como una bandera discutida; y a ti -añade, dirigiéndose a María- una espada te traspasará el alma.

En verdad, Madre santa, una espada traspasó tu alma. Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús -que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo- hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y, por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal.

¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?

No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores.

Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Este murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.

R/. Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí. Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.

V/. Entonces una espada de dolor le traspasó el alma.

R/. Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.


Oremos:

Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

La Madre estaba junto a la cruz. San Bernardo

EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

Reflexión.

En nuestra sociedad, hay un verdadero miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor; podríamos preguntarnos el por qué, y me parece que la respuesta es porque hemos empezado a llamar cruces a todas las cosas que no nos gustan de la vida. Mirando el ejemplo del Señor, nos damos cuenta de que no solo esto es erróneo, sino que además, la Cruz, si es de Dios, se vuelve fecunda.

Con una visión panorámica de nuestra historia de salvación, tenemos en el pasado aquel famoso árbol con el fruto del pecado que nos llevaba a la muerte (Cfr. Gn 3,1-7); ahora sin embargo, tenemos gracias a Dios -nunca mejor dicho- la Cruz como el árbol de Vida con el fruto del Amor, que si pruebas de Él te dará no cualquier vida, sino la Vida Eterna.

Está claro que cuando el premio es tan grande, el camino al premio no es nada fácil y mucho menos en el día a día con sus problemas, agobios y dificultades en general, que nos hacen involuntariamente dejar la cruz y a no querer ni siquiera el plantearnos en muchos casos, que hemos de cogerla, mucho menos, que ha de ser cogida gustosamente sobre nuestros propios hombros.

Pero aquí en toda esta historia hay una cosa muy clara, y es que sin esfuerzo, sin sufrimiento no hay recompensa, como ya lo dejó claro el Maestro: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, lleve su cruz cada día y sígame” (Mt 16,24).

Israel Verano Fernández

www.puestapunto.org

Los Palacios y Vfca.

(Sevilla)

@israverano

EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

La cruz es la gloria y exaltación de Cristo

San Andrés de Creta, obispo

Sermón sobre la Exaltación de la Santa Cruz (PG 97,1018-19.1022-23)

Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.

Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.

Por esto, la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.

La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria, cuando dice: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo glorificará. Y también: Padre, glorifícame con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo», palabras que se referían a la gloria que había de conseguir en la cruz.

También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación, cuando dice: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues, que la cruz es la gloria y exaltación de Cristo.

R/. Oh cruz admirable, de cuyas ramas colgó nuestro tesoro y la redención de los cautivos; por ti el mundo fue redimido con la sangre de su Señor.

V/. Salve, cruz, santificada por el cuerpo de Cristo y adornada con las piedras preciosas de sus sagrados miembros.

R/. Por ti el mundo fue redimido con la sangre de su Señor.


Oremos:

Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

La cruz es la gloria y exaltación de Cristo. San Andrés de Creta, obispo

Somos cristianos y somos obispos

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,1-2

No acabáis de aprender ahora precisamente que toda nuestra esperanza radica en Cristo y que él es toda nuestra verdadera y saludable gloria, pues pertenecéis a la grey de aquel que dirige y apacienta a Israel. Pero, ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores, pero que no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les dice por medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros escuchemos con temor.

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles». Acabamos de escuchar esta lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?» Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo.

Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente.

Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos, por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro ministerio.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar.

V/. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

R/. En verdes praderas me hace recostar.
Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Somos cristianos y somos obispos. San Agustín

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