La Iglesia, como una vid que crece y se difunde por doquier

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,18-19

Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra. ¿Qué quiere decir: Se dispersaron por toda la tierra? Son las ovejas que apetecen las cosas terrenas y, porque aman y están prendadas de las cosas que el mundo estima, se niegan a morir, para que su vida quede escondida en Cristo. Por toda la tierra, porque se trata del amor de los bienes de la tierra, y de ovejas que andan errantes por toda la superficie de la tierra. Se encuentran en distintos sitios; pero la soberbia las engendró a todas como única madre, de la misma manera que nuestra única madre, la Iglesia católica, concibió a todos los fieles cristianos esparcidos por el mundo entero.

No tiene, por tanto, nada de sorprendente que la soberbia engendre división, del mismo modo que la caridad engendra la unidad. Sin embargo, es la misma madre católica y el pastor que mora en ella quienes buscan a los descarriados, fortalecen a los débiles, curan a los enfermos y vendan a los heridos, por medio de diversos pastores, aunque unos y otros no se conozcan entre sí. Pero ella sí que los conoce a todos, puesto que con todos está identificada.

Efectivamente, la Iglesia es como una vid que crece y se difunde por doquier; mientras que las ovejas descarriadas son como sarmientos inútiles, cortados a causa de su esterilidad por la hoz del labrador, no para destruir la vid, sino para purificarla. Los sarmientos aquellos, allí donde fueron podados, allí se quedan. La vid, en cambio, sigue creciendo por todas partes, sin ignorar ni uno solo de los sarmientos que permanecen en ella, de los que junto a ella quedaron podados.

Por eso, precisamente, sigue llamando a los alejados, ya que el Apóstol dice de las ramas arrancadas: Dios tiene poder para injertarlos de nuevo. Lo mismo si te refieres a las ovejas que se alejaron del rebaño, que si piensas en las ramas arrancadas de la vid, Dios no es menos capaz de volver a llamar a las unas y de volver a injertar a las otras, porque él es el supremo pastor, el verdadero labrador. Mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie, de aquellos malos pastores, las buscase siguiendo su rastro.

Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: ¡Lo juro por mi vida! -oráculo del Señor-. Fijaos cómo comienza. Es como si Dios jurase con el testimonio de su vida. ¡Lo juro por mi vida! -oráculo del Señor-. Los pastores murieron, pero las ovejas están seguras, porque el Señor vive. Por mi vida -oráculo del Señor-. ¿Y quiénes son los pastores que han muerto? Los que buscaban su interés y no el de Cristo. ¿Pero es que llegará a haber y se podrá encontrar pastores que no busquen su propio interés, sino el de Cristo? Los habrá sin duda, se los encontrará con seguridad, ni faltan ni faltarán.

R/. Tenemos confianza con Dios por Cristo, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, no de código escrito sino de espíritu.

V/. No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios.

R/. Que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, no de código escrito sino de espíritu.


Oremos:

Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

La Iglesia, como una vid que crece y se difunde por doquier. San Agustín

Jesús lo vio y, porque lo amó, lo eligió

San Beda el Venerable, presbítero

Homilía 21 (CCL 122,149-151)

Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme. Sígueme, que quiere decir: «Imítame». Le dijo: Sígueme, más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que permanece en Cristo debe vivir como vivió él.

El -continúa el texto sagrado- se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.

Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.

Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para comer con nosotros, y nosotros con él, porque, por el don de su amor, habita en el corazón de los elegidos, para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísimo.

R/. Fue Mateo un ágil escribano, doctísimo en la ley del Dios del cielo, adiestró su corazón para investigar la ley del Señor, para practicar y enseñar sus mandatos, según el don que él le otorgó misericordiosamente.

V/. A él le fue confiado el Evangelio de la gloria de Dios.

R/. Adiestró su corazón para investigar la ley del Señor, para practicar y enseñar sus mandatos, según el don que él le otorgó misericordiosamente.


Oremos:

Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Jesús lo vio y, porque lo amó, lo eligió. San Beda el Venerable, presbítero

Recuperar el noviazgo

Marisa Lorenzo

Lo tengo claro: hay que recuperar el noviazgo.

Vivimos en el tiempo de lo inmediato. A golpe de click tenemos en nuestra mano el mundo. Esa es la medida, ese es el tiempo: un click. Lo que exceda de eso nos impacienta.

Estamos olvidando que hay cosas importantes que deben cocinarse a fuego lento.

El amor necesita tiempo, es incompatible con la precipitación, la improvisación, la inmediatez. Pero el tiempo no basta. 

Llegan a mi despacho muchas parejas que están unidas de por vida por hijos y/o hipotecas y que han llegado ahí casi por inercia. Nunca se han planteado si están generando esos lazos definitivos con la persona con la que quieren pasar el resto de su vida. No ha habido un momento de parar, pensar y decidir si es la persona adecuada, la persona con la que me quiero embarcar en el viaje de la vida.

En muchos casos ni siquiera se conocen de verdad. No saben de sus ilusiones más profundas, de las heridas de su corazón, de sus anhelos y frustraciones.

Nunca han hablado de su proyecto vital, de sus valores fundamentales, de sus miedos.

Quizás se han entregado sus cuerpos, pero casi no se han mostrado sus almas.

Un día coincidieron y eso puso en marcha una cadena de comportamientos impulsivos que les han traído hasta donde están. Mucha acción y poca reflexión. Ninguna decisión.

Y llega el momento en que les faltan argumentos para seguir juntos.

Han viajado a lomos de sus sentimientos y cuando los sentimientos cambian se encuentran perdidos.

El amor es demasiado importante para dejarlo en manos de algo que no podemos controlar. Es necesario añadir a la atracción y a los sentimientos, la razón y la voluntad: la libertad.

El noviazgo debe ser un tiempo para conocerse. Conocimiento del otro y conocimiento de mí mismo. Conocimiento de cómo estamos juntos y del futuro que queremos construir. Tiempo de preparación de algo tan importante y definitivo como es la formación de una familia.

Es evidente que el noviazgo deja de ser importante cuando deja de darse valor al matrimonio.

Pero en todas las encuestas, la familia es lo más importante para la gran mayoría ¿Es posible entonces que se trivialice la formación del hogar, la llegada de los hijos, el proyecto de vida común, hasta el punto de no tomarse en serio la elección de la persona con la que se quiere compartirlo?

¿Se dedica el mismo interés y dedicación a la preparación de una vocación profesional que a la vocación personal?

Es en la elección de nuestro compañero de viaje, de nuestro cónyuge, donde nos jugamos la felicidad. Es necesario reflexión y decisión: ELECCION. ¿Es esta la persona adecuada?. Antes. No cuando ya hay consecuencias definitivas.

Una ruptura no es sólo un fracaso personal. Sus consecuencias van más allá de la propia pareja. El dolor de los dos, se hace extensivo a sus hijos, a sus familias, a la sociedad de la que esa unión es célula fundamental.

¿No es transcendente para los niños el que sus padres les preparen un hogar, una familia estable, donde puedan crecer y madurar en un clima de amor y seguridad?.

Hay que tomarse en serio la preparación del matrimonio, de la familia. Hay que tomarse en serio el noviazgo.

El noviazgo es un tiempo de crecimiento personal y como pareja, donde debemos apreciar si nos ayudamos a mejorar, a crecer como personas. Si estar contigo aporta sentido a mi vida, me hace mejor. Si te veo como mi compañero de viaje, como el socio de la empresa de mi vida, como madre o padre de mis hijos. Si puedo construir mi futuro contigo. Si podemos construir nuestro futuro juntos.

Reflexiono y decido. Preparo algo esencial y transcendente: la construcción de todo un proyecto de vida: EL NUESTRO. Eso es el noviazgo.

Marisa Lorenzo

Asesora Familiar. https://www.terapiadeparejasevilla.es/

@marisalorenzo_

Hay que recuperar el noviazgo. Marisa Lorenzo

Ofrece el alivio de la consolación

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,11-12

El Señor, dice la Escritura, castiga a sus hijos preferidos. Y tú te atreves a decir: «Quizás seré una excepción.» Si eres una excepción en el castigo, quedarás igualmente exceptuado del número de los hijos. «¿Es cierto -preguntarás- que castiga a cualquier hijo?» Cierto que castiga a cualquier hijo, y del mismo modo que a su Hijo único. Aquel Hijo, que había nacido de la misma substancia del Padre, que era igual al Padre por su condición divina, que era la Palabra por la que había creado todas las cosas, por su misma naturaleza no era susceptible de castigo. Y, precisamente, para no quedarse sin castigo, se vistió de la carne de la especie humana. ¿Con qué va a dejar sin castigo al hijo adoptado y pecador, el mismo que no dejó sin castigo a su único Hijo inocente? El Apóstol dice que nosotros fuimos llamados a la adopción. Y recibimos la adopción de hijos para ser herederos junto con el Hijo único, para ser incluso su misma herencia: Pídemelo: te daré en herencia las naciones. En sus sufrimientos, nos dio ejemplo a todos nosotros.

Pero, para que el débil no se vea vencido por las futuras tentaciones, no se le debe engañar con falsas esperanzas, ni tampoco desmoralizarlo a fuerza de exagerar los peligros. Dile: Prepárate para las pruebas, y quizá comience a retroceder, a estremecerse de miedo, a no querer dar un paso hacia adelante. Tienes aquella otra frase: Fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere vuestras fuerzas. Pues bien, prometer y anunciar las tribulaciones futuras es, efectivamente, fortalecer al débil. Y, si al que experimenta un temor excesivo, hasta el punto de sentirse aterrorizado, le prometes la misericordia de Dios, y no porque le vayan a faltar las tribulaciones, sino porque Dios no permitirá que la prueba supere sus fuerzas, eso es, efectivamente, vendar las heridas.

Los hay, en efecto, que, cuando oyen hablar de las tribulaciones venideras, se fortalecen más, y es como si se sintieran sedientos de la que ha de ser su bebida. Piensan que es poca cosa para ellos la medicina de los fieles y anhelan la gloria de los mártires. Mientras que otros, cuando oyen hablar de las tentaciones que necesariamente habrán de sobrevenirles, aquellas que no pueden menos de sobrevenirle al cristiano, aquellas que sólo quien desea ser verdaderamente cristiano puede experimentar, se sienten quebrantados y claudican ante la inminencia de semejantes situaciones.

Ofréceles el alivio de la consolación, trata de vendar sus heridas. Di: «No temas, que no va a abandonarte en la prueba aquel en quien has creído. Fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere tus fuerzas». No son palabras mías, sino del Apóstol, que nos dice: Tendréis la prueba que buscáis de que Cristo habla por mí. Cuando oyes estas cosas, estás oyendo al mismo Cristo, estás oyendo al mismo pastor que apacienta a Israel. Pues a él le fue dicho: Nos diste a beber lágrimas, pero con medida. De modo que el salmista, al decir con medida, viene a decir lo mismo que el Apóstol: No permitirá él que la prueba supere vuestras fuerzas. Sólo que tú no has de rechazar al que te corrige y te exhorta, te atemoriza y te consuela, te hiere y te sana.

R/. Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

V/. Nos entregas como ovejas a la matanza, y nos has dispersado por las naciones.

R/. Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Ofrece el alivio de la consolación. San Agustín

Prepárate para las pruebas

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,10-11

Ya habéis oído lo que los malos pastores aman. Ved ahora lo que descuidan. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas, es decir, a las que sufren; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes, destrozándolas y llevándolas a la muerte. Decir que una oveja ha enfermado quiere significar que su corazón es débil, de tal manera que puede ceder ante las tentaciones en cuanto sobrevengan y la sorprendan desprevenida.

El pastor negligente, cuando recibe en la fe a alguna de estas ovejas débiles, no le dice: Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las pruebas; mantén el corazón firme, sé valiente. Porque quien dice tales cosas, ya está confortando al débil, ya está fortaleciéndole, de forma que, al abrazar la fe, dejará de esperar en las prosperidades de este siglo. Ya que, si se le induce a esperar en la prosperidad, esta misma prosperidad será la que le corrompa; y, cuando sobrevengan las adversidades, lo derribarán y hasta acabarán con él.

Así, pues, el que de esa manera lo edifica, no lo edifica sobre piedra, sino sobre arena. Y la roca era Cristo. Los cristianos tienen que imitar los sufrimientos de Cristo, y no tratar de alcanzar los placeres. Se conforta a un pusilánime cuando se le dice: «Aguarda las tentaciones de este siglo, que de todas ellas te librará el Señor, si tu corazón no se aparta lejos de él. Porque precisamente para fortalecer tu corazón vino él a sufrir, vino él a morir, a ser escupido y coronado de espinas, a escuchar oprobios, a ser, por último, clavado en una cruz. Todo esto lo hizo él por ti, mientras que tú no has sido capaz de hacer nada, no ya por él, sino por ti mismo».

¿Y cómo definir a los que, por temor de escandalizar a aquellos a los que se dirigen, no sólo no los preparan para las tentaciones inminentes, sino que incluso les prometen la felicidad en este mundo, siendo así que Dios mismo no la prometió? Dios predice al mismo mundo que vendrán sobre él trabajos y más trabajos hasta el final, ¿y quieres tú que el cristiano se vea libre de ellos? Precisamente por ser cristiano tendrá que pasar más trabajos en este mundo.

Lo dice el Apóstol: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido. Y tú, pastor que tratas de buscar tu interés en vez del de Cristo, por más que aquél diga: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido, tú insistes en decir: «Si vives piadosamente en Cristo, abundarás en toda clase de bienes. Y, si no tienes hijos, los engendrarás y sacarás adelante a todos, y ninguno se te morirá». ¿Es ésta tu manera de edificar? Mira lo que haces, y dónde construyes. Aquel a quien tú levantas está sobre arena. Cuando vengan las lluvias y los aguaceros, cuando sople el viento, harán fuerza sobre su casa, se derrumbará, y su ruina será total.

Sácalo de la arena, ponlo sobre la roca; aquel que tú deseas que sea cristiano, que se apoye en Cristo. Que piense en los inmerecidos tormentos de Cristo, que piense en Cristo, pagando sin pecado lo que otros cometieron, que escuche la Escritura que le dice: El Señor castiga a sus hijos preferidos. Que se prepare a ser castigado, o que renuncie a ser hijo preferido.

R/. Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios.

V/. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños.

R/. No para contentar a los hombres, sino a Dios.


Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Prepárate para las pruebas. San Agustín

Sé un modelo para los fieles

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,9

Después de haber hablado el Señor de lo que estos pastores aman, habla de lo que desprecian. Son muchos los defectos de las ovejas, y las ovejas sanas y gordas son muy pocas, es decir, las que se hallan robustecidas con el alimento de la verdad, alimentándose de buenos pastos por gracia de Dios. Pues bien, aquellos malos pastores no las apacientan. No les basta con no curar a las débiles y enfermas, con no cuidarse de las errantes y perdidas. También hacen todo lo posible por acabar con las vigorosas y cebadas. A pesar de lo cual, siguen viviendo. Siguen viviendo por pura misericordia de Dios. Pero, por lo que toca a los malos pastores, no hacen sino matar. «¿Y cómo matan?», me preguntarás. Matan viviendo mal, dando mal ejemplo. Pues no en vano se le dice a aquel siervo de Dios, que destaca entre los miembros del supremo Pastor: Preséntate en todo como un modelo de buena conducta, y también: Sé un modelo para los fieles.

Porque, la mayor parte de las veces, aun la oveja sana, cuando advierte que su pastor vive mal, aparta sus ojos de los mandatos de Dios y se fija en el hombre, y comienza a decirse en el interior de su corazón: «Si quien está puesto para dirigirme vive así, ¿quién soy yo para no obrar como él obra?» Así el mal pastor mata a la oveja sana. Y, si mató a la que estaba fuerte, ¿qué va a ser lo que haga con las otras, si con el ejemplo de su vida acaba de matar a la que él no había fortalecido, sino que la había encontrado ya fuerte y robusta?

Os aseguro, hermanos queridos, que, aunque las ovejas sigan viviendo, y estén firmes en la palabra del Señor, y se atengan a lo que escucharon de sus labios: Haced lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen; sin embargo, quien vive de mala manera a los ojos del pueblo, por lo que a él se refiere, está matando a los que lo ven. Y que no se tranquilice diciéndose que la oveja no ha muerto. Es verdad que no ha muerto, pero él es un homicida. Es lo mismo que cuando un hombre lascivo mira a una mujer con mala intención: aunque ella se mantenga casta, él, en cambio, ha pecado. La palabra de Dios es verdadera e inequívoca: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. No ha penetrado hasta su habitación, pero la ha deseado en su propia habitación interior.

Así, pues, todo aquel que vive mal a la vista de quienes son sus subordinados, por lo que a él toca, mata hasta a los fuertes. Quien lo imita muere, mientras que quien no lo imita vive. Pero él, por su parte, ha matado a ambos. Matáis las más gordas – dice el profeta- y, las ovejas, no las apacentáis.

R/. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.

V/. A los encumbrados se les juzga implacablemente.

R/. Al que mucho se le confió, más se le exigirá.
Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Sé un modelo para los fieles. San Agustín

Una fe generosa y firme

San Cipriano, obispo y mártir

Carta 60, 1-2.5 (CSEL 3,691-692.694-695)

Cipriano a su hermano Cornelio:

Hemos tenido noticia, hermano muy amado, del testimonio glorioso que habéis dado de vuestra fe y fortaleza; y hemos recibido con tanta alegría el honor de vuestra confesión, que nos consideramos partícipes y socios de vuestros méritos y alabanzas. En efecto, si formamos todos una misma Iglesia, si tenemos todos una sola alma y un solo corazón, ¿qué sacerdote no se congratulará de las alabanzas tributadas a un colega suyo, como si se tratara de las suyas propias? ¿O qué hermano no se alegrará siempre de las alegrías de sus otros hermanos?

No hay manera de expresar cuán grande ha sido aquí la alegría y el regocijo, al enterarnos de vuestra victoria y vuestra fortaleza: de cómo tú has ido a la cabeza de tus hermanos en la confesión del nombre de Cristo, y de cómo esta confesión tuya, como cabeza de tu Iglesia, se ha visto a su vez robustecida por la confesión de los hermanos; de este modo, precediéndolos en el camino hacia la gloria, has hecho que fueran muchos los que te siguieran, y ha sido un estímulo para que el pueblo confesara su fe el hecho de que te mostraras tú, el primero, dispuesto a confesarla en nombre de todos; y, así, no sabemos qué es lo más digno de alabanza en vosotros, si tu fe generosa y firme o la inseparable caridad de los hermanos. Ha quedado públicamente comprobada la fortaleza del obispo que está al frente de su pueblo y ha quedado de manifiesto la unión entre los hermanos que han seguido sus huellas. Por el hecho de tener todos vosotros un solo espíritu y una sola voz, toda la Iglesia de Roma ha tenido parte en vuestra confesión.

Ha brillado en todo su fulgor, hermano muy amado, aquella fe vuestra, de la que habló el Apóstol. Él preveía, ya en espíritu, esta vuestra fortaleza y valentía, tan digna de alabanza, y pregonaba lo que más tarde había de suceder, atestiguando vuestros merecimientos, ya que, alabando a vuestros antecesores, os incitaba a vosotros a imitarlos. Con vuestra unanimidad y fortaleza, habéis dado a los demás hermanos un magnífico ejemplo de estas virtudes.

Y, teniendo en cuenta que la providencia del Señor nos advierte y pone en guardia y que los saludables avisos de la misericordia divina nos previenen que se acerca ya el día de nuestra lucha y combate, os exhortamos de corazón, en cuanto podemos, hermano muy amado, por la mutua caridad que nos une, a que no dejemos de insistir, junto con todo el pueblo, en los ayunos, vigilias y oraciones. Porque éstas son nuestras armas celestiales, que nos harán mantener firmes y perseverar con fortaleza; éstas son las defensas espirituales y los dardos divinos que nos protegen.

Acordémonos siempre unos de otros, con grande concordia y unidad de espíritu, encomendémonos siempre mutuamente en la oración y prestémonos ayuda con mutua caridad cuando llegue el momento de la tribulación y de la angustia.

R/. Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

V/. Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega.

R/. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.


Oremos:

Oh Dios, que has puesto al frente de tu pueblo, como abnegados pastores y mártires intrépidos, a los santos Cipriano y Cornelio, concédenos, por su intercesión, fortaleza de ánimo y de fe para trabajar con empeño por la unidad de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Una fe generosa y firme. San Cipriano, obispo y mártir

¿Cristal o espejo?

José Iribas

Hace poco llegó a mis oídos una historia que me llamó la atención. La atribuyen a Paulo Coelho.

La protagonizan un joven rico y su rabino.

El joven (no narro literalmente) acude a la casa de aquel y le pide alguna clave para conducirse en la vida.

El rabino le acerca a una ventana y le plantea: ¿Qué ves a través del cristal?

– Personas que transitan las calles, un pobre ciego mendigando junto al templo…

Tras ello, el rabino le muestra un gran espejo y le indica: Mira y dime qué ves.

– Me veo a mí.

– ¡Y ya no ves a los demás! Fíjate: tanto la ventana como el espejo están hechos de vidrio. Ambos de vidrio, sí; pero el espejo tiene tras el cristal una fina lámina de plata bruñida… Y solo te ves a ti.

Compara el cristal de la ventana y el del espejo:

Sin estar cubierto de plata, el primero posibilita ver a los demás y ello -por cierto- no te deja impasible.

Rico y cubierto de plata, sin embargo, solo te ves a ti. Para ver a los demás, para poder posar tu mirada en ellos y poder amarlos, habrás de quitar de ti el revestimiento de plata que hace que tus ojos no vayan más allá de tu propio reflejo.

Esta bonita historia me sugiere varias cuestiones.

¿Cuáles son nuestras prioridades?

Hay quien va por la vida buscando denodadamente ‘plata’. Esta, en su justa medida, es necesaria. Pero no al punto de que su brillo nos ciegue. No al de obsesionarse y anteponerla a todo, renunciando a lo que de verdad tiene valor; aunque quizás -precisamente por eso- no tiene precio.

– Ante la fascinación por la ‘plata’: es necesaria la reivindicación y práctica de una sana austeridad. 

Más veces de las debidas creemos que los bienes materiales (el dinero, por ejemplo, qué mejor ‘plata’) son la clave. Buscamos en esos bienes, en ese patrimonio, seguridades y, a veces… encontramos esclavitudes.

La plata pesa… Los bienes materiales, si son excesivos, nos “cargan”. Nos importunan en la mochila de la vida -aunque a veces no nos demos cuenta de ello hasta que nos desprendemos de los mismos-.

Bien repartidos, iríamos más ligeros de equipaje y podríamos además, al compartir, acercarnos a tener cada uno justo lo que precisamos. Que es… lo que precisamente nos es necesario. Ni mucho menos, ni mucho más. Y disfrutar sencillamente de la travesía vital.

De la importancia de evitar lo superfluo saben mucho quienes realizan a pie el Camino de Santiago: si tienen una mínima experiencia, llevan solo lo necesario. Y se dan cuenta de con qué poco nos es suficiente para avanzar hacia nuestra meta. Y cuánto estorba, ocupa y pesa lo que sobra.

Viene, en este sentido, a mi memoria Sócrates. Disfrutaba frecuentando el mercado… para no comprar. Y afirmaba: Me encanta venir aquí para descubrir que sigo siendo feliz sin todo este amontonamiento de cosas.

¡Suelta lastre! Y más: parte y comparte tu capa. Darás (y recibirás) un calor especial.

Por cierto, ¿cómo tienes el armario de la ropa? ¿Y el trastero -eso que algunos conocen como “la antesala de la basura”-? ¡Y luego que hacemos rica a Marie Kondo!

Te remito a dos posts del blog: ‘Alguna clave sobre trabajo y vida’ y ‘El más rico del cementerio’. 

Y ¿qué me dices de otro materialismo, este no ‘numismático’, aunque no resulte nada barato? 

¿Cuántas personas buscan con ahínco, sacrificio, privaciones, disciplina, con todo tipo de recursos -y a veces con pura obsesión- un ‘cuerpo Danone’, simple ‘carrocería’?

Por cierto, esta brillante plata de la que te hablo ahora -la que se han de comer los gusanos-, esta en concreto, en el mejor de los casos, suele ser… pan para hoy, hambre para mañana. Lo quieras o no, es natural.

Ojo. No digo que no haya que cuidarse. Me refiero más bien al fenómeno del llamado “culto al cuerpo” y lo contrapongo al cultivo intelectual, espiritual: ¿Cuántas personas abandonan, postergan o ponen muy en la parte de abajo de sus prioridades mejorar -con el mismo empeño, al menos- esos otros ‘ámbitos’ como seres humanos? Y sin embargo aquí, la naturaleza no te impediría ir creciendo con el paso de los años: al revés.

“No tengo tiempo”, aducimos a veces como excusa. Digamos, mejor, “no tengo suficiente interés”, porque -como conoces- cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado y un momento se vuelve una oportunidad.

Sobre los estragos del culto al cuerpo tienes otros dos posts en el blog: ‘De la belleza’ y ‘Mujeres, no objetos’. 

-Y, finalmente: el egocentrismo y el egoísmo nos acaban echando a perder.

La historia que encabeza el post subraya que cuando nos centramos en el espejo solo nos vemos a nosotros. ¡Nos perdemos tanto a nuestro alrededor! ¡O más allá de nosotros mismos!

Cuando nos miramos y remiramos, corremos el riesgo de Narciso, el joven de la mitología locamente -nunca mejor dicho- enamorado del reflejo que su propia imagen producía en un estanque. En una contemplación vanidosa, ensimismado e inclinado hacia sí, hacia abajo, acabó arrojándose a las aguas, rompiendo incluso el reflejo y … echándose a perder. Todo su gozo en un pozo.

En nuestra época, abundan los Narcisos. Esos que, si escribieran un libro, y ya que hablamos de plata, en lugar de titularlo “Platero y yo”, lo encabezarían como “Yo y Platero” (“el burro delante, para que no se espante”, que se dice).

Vivimos -no te des por aludido por el uso de esta primera persona del plural- mirándonos y admirándonos, no quizás en un estanque… pero ¡ay, los selfis (y no aludo exclusivamente a lo fotográfico)! ¡cómo atrapan! Cuántas veces parecemos mostrarnos “encantados de habernos conocido” … sin querer prestar la menor atención al barro que -humanos y frágiles- tenemos, cuando menos, en el fondo del estanque.

¡Cuánto se practica eso del “yo, mi, me, conmigo”!

Así vienen muchas hipocondrías y preocupaciones innecesarias, que seguramente evitaríamos en parte, al menos, si tuviéramos una mirada más atenta hacia afuera, hacia los demás y sus necesidades… Ganaríamos en felicidad: ajena y propia.

Quiero concluir con la tesis más favorable: trabajamos por ser cristal transparente que deje pasar la luz y el sol y que permita ver. Pero ¿nos ocupamos de mantener suficientemente limpios los vidrios de nuestras ventanas? Más: ¿nos asomamos a ellas? Y más aún: ¿salimos (siquiera sea de nosotros mismos), a ver, sentir y empatizar con lo les pasa a los demás? ¿Y a ayudarles?

¿O, mientras algo importante -bueno o malo- está sucediendo, estamos más enfocados en grabarlo, tuitearlo o difundirlo… que en disfrutarlo o en ponernos -manos a la obra- a colaborar?

No nos resignemos a pasar por la vida como meros espectadores.

Necesitamos ver, sí; más aún: mirar. Pero, sobre todo, necesitamos mostrar nuestro compromiso activo y aportar lo mejor de nosotros mismos. 

¿Te ha quedado claro? ¡Cristalino! ¡Déjalo ver!

José Iribas.

www.dametresminutos.wordpress.com

@jiribas

¿Cristal o espejo? José Iribas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba