Sé un modelo para los fieles

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,9

Después de haber hablado el Señor de lo que estos pastores aman, habla de lo que desprecian. Son muchos los defectos de las ovejas, y las ovejas sanas y gordas son muy pocas, es decir, las que se hallan robustecidas con el alimento de la verdad, alimentándose de buenos pastos por gracia de Dios. Pues bien, aquellos malos pastores no las apacientan. No les basta con no curar a las débiles y enfermas, con no cuidarse de las errantes y perdidas. También hacen todo lo posible por acabar con las vigorosas y cebadas. A pesar de lo cual, siguen viviendo. Siguen viviendo por pura misericordia de Dios. Pero, por lo que toca a los malos pastores, no hacen sino matar. «¿Y cómo matan?», me preguntarás. Matan viviendo mal, dando mal ejemplo. Pues no en vano se le dice a aquel siervo de Dios, que destaca entre los miembros del supremo Pastor: Preséntate en todo como un modelo de buena conducta, y también: Sé un modelo para los fieles.

Porque, la mayor parte de las veces, aun la oveja sana, cuando advierte que su pastor vive mal, aparta sus ojos de los mandatos de Dios y se fija en el hombre, y comienza a decirse en el interior de su corazón: «Si quien está puesto para dirigirme vive así, ¿quién soy yo para no obrar como él obra?» Así el mal pastor mata a la oveja sana. Y, si mató a la que estaba fuerte, ¿qué va a ser lo que haga con las otras, si con el ejemplo de su vida acaba de matar a la que él no había fortalecido, sino que la había encontrado ya fuerte y robusta?

Os aseguro, hermanos queridos, que, aunque las ovejas sigan viviendo, y estén firmes en la palabra del Señor, y se atengan a lo que escucharon de sus labios: Haced lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen; sin embargo, quien vive de mala manera a los ojos del pueblo, por lo que a él se refiere, está matando a los que lo ven. Y que no se tranquilice diciéndose que la oveja no ha muerto. Es verdad que no ha muerto, pero él es un homicida. Es lo mismo que cuando un hombre lascivo mira a una mujer con mala intención: aunque ella se mantenga casta, él, en cambio, ha pecado. La palabra de Dios es verdadera e inequívoca: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. No ha penetrado hasta su habitación, pero la ha deseado en su propia habitación interior.

Así, pues, todo aquel que vive mal a la vista de quienes son sus subordinados, por lo que a él toca, mata hasta a los fuertes. Quien lo imita muere, mientras que quien no lo imita vive. Pero él, por su parte, ha matado a ambos. Matáis las más gordas – dice el profeta- y, las ovejas, no las apacentáis.

R/. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.

V/. A los encumbrados se les juzga implacablemente.

R/. Al que mucho se le confió, más se le exigirá.
Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Sé un modelo para los fieles. San Agustín

Una fe generosa y firme

San Cipriano, obispo y mártir

Carta 60, 1-2.5 (CSEL 3,691-692.694-695)

Cipriano a su hermano Cornelio:

Hemos tenido noticia, hermano muy amado, del testimonio glorioso que habéis dado de vuestra fe y fortaleza; y hemos recibido con tanta alegría el honor de vuestra confesión, que nos consideramos partícipes y socios de vuestros méritos y alabanzas. En efecto, si formamos todos una misma Iglesia, si tenemos todos una sola alma y un solo corazón, ¿qué sacerdote no se congratulará de las alabanzas tributadas a un colega suyo, como si se tratara de las suyas propias? ¿O qué hermano no se alegrará siempre de las alegrías de sus otros hermanos?

No hay manera de expresar cuán grande ha sido aquí la alegría y el regocijo, al enterarnos de vuestra victoria y vuestra fortaleza: de cómo tú has ido a la cabeza de tus hermanos en la confesión del nombre de Cristo, y de cómo esta confesión tuya, como cabeza de tu Iglesia, se ha visto a su vez robustecida por la confesión de los hermanos; de este modo, precediéndolos en el camino hacia la gloria, has hecho que fueran muchos los que te siguieran, y ha sido un estímulo para que el pueblo confesara su fe el hecho de que te mostraras tú, el primero, dispuesto a confesarla en nombre de todos; y, así, no sabemos qué es lo más digno de alabanza en vosotros, si tu fe generosa y firme o la inseparable caridad de los hermanos. Ha quedado públicamente comprobada la fortaleza del obispo que está al frente de su pueblo y ha quedado de manifiesto la unión entre los hermanos que han seguido sus huellas. Por el hecho de tener todos vosotros un solo espíritu y una sola voz, toda la Iglesia de Roma ha tenido parte en vuestra confesión.

Ha brillado en todo su fulgor, hermano muy amado, aquella fe vuestra, de la que habló el Apóstol. Él preveía, ya en espíritu, esta vuestra fortaleza y valentía, tan digna de alabanza, y pregonaba lo que más tarde había de suceder, atestiguando vuestros merecimientos, ya que, alabando a vuestros antecesores, os incitaba a vosotros a imitarlos. Con vuestra unanimidad y fortaleza, habéis dado a los demás hermanos un magnífico ejemplo de estas virtudes.

Y, teniendo en cuenta que la providencia del Señor nos advierte y pone en guardia y que los saludables avisos de la misericordia divina nos previenen que se acerca ya el día de nuestra lucha y combate, os exhortamos de corazón, en cuanto podemos, hermano muy amado, por la mutua caridad que nos une, a que no dejemos de insistir, junto con todo el pueblo, en los ayunos, vigilias y oraciones. Porque éstas son nuestras armas celestiales, que nos harán mantener firmes y perseverar con fortaleza; éstas son las defensas espirituales y los dardos divinos que nos protegen.

Acordémonos siempre unos de otros, con grande concordia y unidad de espíritu, encomendémonos siempre mutuamente en la oración y prestémonos ayuda con mutua caridad cuando llegue el momento de la tribulación y de la angustia.

R/. Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

V/. Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega.

R/. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.


Oremos:

Oh Dios, que has puesto al frente de tu pueblo, como abnegados pastores y mártires intrépidos, a los santos Cipriano y Cornelio, concédenos, por su intercesión, fortaleza de ánimo y de fe para trabajar con empeño por la unidad de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Una fe generosa y firme. San Cipriano, obispo y mártir

¿Cristal o espejo?

José Iribas

Hace poco llegó a mis oídos una historia que me llamó la atención. La atribuyen a Paulo Coelho.

La protagonizan un joven rico y su rabino.

El joven (no narro literalmente) acude a la casa de aquel y le pide alguna clave para conducirse en la vida.

El rabino le acerca a una ventana y le plantea: ¿Qué ves a través del cristal?

– Personas que transitan las calles, un pobre ciego mendigando junto al templo…

Tras ello, el rabino le muestra un gran espejo y le indica: Mira y dime qué ves.

– Me veo a mí.

– ¡Y ya no ves a los demás! Fíjate: tanto la ventana como el espejo están hechos de vidrio. Ambos de vidrio, sí; pero el espejo tiene tras el cristal una fina lámina de plata bruñida… Y solo te ves a ti.

Compara el cristal de la ventana y el del espejo:

Sin estar cubierto de plata, el primero posibilita ver a los demás y ello -por cierto- no te deja impasible.

Rico y cubierto de plata, sin embargo, solo te ves a ti. Para ver a los demás, para poder posar tu mirada en ellos y poder amarlos, habrás de quitar de ti el revestimiento de plata que hace que tus ojos no vayan más allá de tu propio reflejo.

Esta bonita historia me sugiere varias cuestiones.

¿Cuáles son nuestras prioridades?

Hay quien va por la vida buscando denodadamente ‘plata’. Esta, en su justa medida, es necesaria. Pero no al punto de que su brillo nos ciegue. No al de obsesionarse y anteponerla a todo, renunciando a lo que de verdad tiene valor; aunque quizás -precisamente por eso- no tiene precio.

– Ante la fascinación por la ‘plata’: es necesaria la reivindicación y práctica de una sana austeridad. 

Más veces de las debidas creemos que los bienes materiales (el dinero, por ejemplo, qué mejor ‘plata’) son la clave. Buscamos en esos bienes, en ese patrimonio, seguridades y, a veces… encontramos esclavitudes.

La plata pesa… Los bienes materiales, si son excesivos, nos “cargan”. Nos importunan en la mochila de la vida -aunque a veces no nos demos cuenta de ello hasta que nos desprendemos de los mismos-.

Bien repartidos, iríamos más ligeros de equipaje y podríamos además, al compartir, acercarnos a tener cada uno justo lo que precisamos. Que es… lo que precisamente nos es necesario. Ni mucho menos, ni mucho más. Y disfrutar sencillamente de la travesía vital.

De la importancia de evitar lo superfluo saben mucho quienes realizan a pie el Camino de Santiago: si tienen una mínima experiencia, llevan solo lo necesario. Y se dan cuenta de con qué poco nos es suficiente para avanzar hacia nuestra meta. Y cuánto estorba, ocupa y pesa lo que sobra.

Viene, en este sentido, a mi memoria Sócrates. Disfrutaba frecuentando el mercado… para no comprar. Y afirmaba: Me encanta venir aquí para descubrir que sigo siendo feliz sin todo este amontonamiento de cosas.

¡Suelta lastre! Y más: parte y comparte tu capa. Darás (y recibirás) un calor especial.

Por cierto, ¿cómo tienes el armario de la ropa? ¿Y el trastero -eso que algunos conocen como “la antesala de la basura”-? ¡Y luego que hacemos rica a Marie Kondo!

Te remito a dos posts del blog: ‘Alguna clave sobre trabajo y vida’ y ‘El más rico del cementerio’. 

Y ¿qué me dices de otro materialismo, este no ‘numismático’, aunque no resulte nada barato? 

¿Cuántas personas buscan con ahínco, sacrificio, privaciones, disciplina, con todo tipo de recursos -y a veces con pura obsesión- un ‘cuerpo Danone’, simple ‘carrocería’?

Por cierto, esta brillante plata de la que te hablo ahora -la que se han de comer los gusanos-, esta en concreto, en el mejor de los casos, suele ser… pan para hoy, hambre para mañana. Lo quieras o no, es natural.

Ojo. No digo que no haya que cuidarse. Me refiero más bien al fenómeno del llamado “culto al cuerpo” y lo contrapongo al cultivo intelectual, espiritual: ¿Cuántas personas abandonan, postergan o ponen muy en la parte de abajo de sus prioridades mejorar -con el mismo empeño, al menos- esos otros ‘ámbitos’ como seres humanos? Y sin embargo aquí, la naturaleza no te impediría ir creciendo con el paso de los años: al revés.

“No tengo tiempo”, aducimos a veces como excusa. Digamos, mejor, “no tengo suficiente interés”, porque -como conoces- cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado y un momento se vuelve una oportunidad.

Sobre los estragos del culto al cuerpo tienes otros dos posts en el blog: ‘De la belleza’ y ‘Mujeres, no objetos’. 

-Y, finalmente: el egocentrismo y el egoísmo nos acaban echando a perder.

La historia que encabeza el post subraya que cuando nos centramos en el espejo solo nos vemos a nosotros. ¡Nos perdemos tanto a nuestro alrededor! ¡O más allá de nosotros mismos!

Cuando nos miramos y remiramos, corremos el riesgo de Narciso, el joven de la mitología locamente -nunca mejor dicho- enamorado del reflejo que su propia imagen producía en un estanque. En una contemplación vanidosa, ensimismado e inclinado hacia sí, hacia abajo, acabó arrojándose a las aguas, rompiendo incluso el reflejo y … echándose a perder. Todo su gozo en un pozo.

En nuestra época, abundan los Narcisos. Esos que, si escribieran un libro, y ya que hablamos de plata, en lugar de titularlo “Platero y yo”, lo encabezarían como “Yo y Platero” (“el burro delante, para que no se espante”, que se dice).

Vivimos -no te des por aludido por el uso de esta primera persona del plural- mirándonos y admirándonos, no quizás en un estanque… pero ¡ay, los selfis (y no aludo exclusivamente a lo fotográfico)! ¡cómo atrapan! Cuántas veces parecemos mostrarnos “encantados de habernos conocido” … sin querer prestar la menor atención al barro que -humanos y frágiles- tenemos, cuando menos, en el fondo del estanque.

¡Cuánto se practica eso del “yo, mi, me, conmigo”!

Así vienen muchas hipocondrías y preocupaciones innecesarias, que seguramente evitaríamos en parte, al menos, si tuviéramos una mirada más atenta hacia afuera, hacia los demás y sus necesidades… Ganaríamos en felicidad: ajena y propia.

Quiero concluir con la tesis más favorable: trabajamos por ser cristal transparente que deje pasar la luz y el sol y que permita ver. Pero ¿nos ocupamos de mantener suficientemente limpios los vidrios de nuestras ventanas? Más: ¿nos asomamos a ellas? Y más aún: ¿salimos (siquiera sea de nosotros mismos), a ver, sentir y empatizar con lo les pasa a los demás? ¿Y a ayudarles?

¿O, mientras algo importante -bueno o malo- está sucediendo, estamos más enfocados en grabarlo, tuitearlo o difundirlo… que en disfrutarlo o en ponernos -manos a la obra- a colaborar?

No nos resignemos a pasar por la vida como meros espectadores.

Necesitamos ver, sí; más aún: mirar. Pero, sobre todo, necesitamos mostrar nuestro compromiso activo y aportar lo mejor de nosotros mismos. 

¿Te ha quedado claro? ¡Cristalino! ¡Déjalo ver!

José Iribas.

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@jiribas

¿Cristal o espejo? José Iribas

Una mirada positiva

José Iribas

Al poco de ser elegido secretario general de la ONUKofi Annan relataba a Newsweek una historia que vivió personalmente.

Annan señalaba: Con 17 años, aprendí una lección que nunca olvidaré. Un día, el director del instituto entró en nuestra clase con un inmensa hoja de papel blanco; una hoja, de un metro de largo por un metro de ancho, que tenía un pequeño punto negro en una de sus esquinas. El director extendió la hoja ante nuestros ojos y nos preguntó: 

-Chicos, ¿qué veis? 

Todos respondimos al unísono: – ¡Un punto negro!

Él movió la cabeza con tristeza y desaprobación y dijo: – ¿Ninguno de vosotros ha sido capaz de ver esta enorme y hermosa hoja de papel? ¡Muchachos, no vayáis por la vida con esa actitud!

El mensaje había dado en el blanco.

A veces transitamos por la vida centrados en ese ‘maldito’ punto negro que parece imperar; que nos obsesiona; que capta nuestra atención y la atrapa: ¡y obviamos o despreciamos el amplio soporte blanco en que el mismo se presenta!

Tenemos una capacidad de mirar selectiva, sí. Selectiva y… a veces negativa. Que puede llevarnos al desánimo, a la desazón, a la amargura o a la crítica destructiva. En todo caso, a una evaluación injusta. 

Esté donde esté ese ‘punto negro’, ya sea en ti, en tu misma nariz, te obceca; y estás convencido de que es lo único en lo que los demás van a fijarse, aunque luego nadie se percate o le dé tanta importancia como tú.

Y cuando piensas que está en la cara de otro: ¡ah, cuando creemos que lo hemos detectado, que lo hemos pillado en el de al lado, qué implacables podemos ser con los demás! Lo de la paja en el ojo ajeno…

No voy a negar que los puntos negros, oscuros, existen. También, por cierto, las cremas limpiadoras o… las gomas de borrar.

Pero no quiero dejar de apuntarte alguna idea:

Recuerda aquello de que mete más ruido un árbol que cae que todo un bosque que crece.

No olvides tampoco que, por ejemplo en los medios de comunicación, siempre es más noticia lo de ‘hombre muerde perro’ que ‘perro muerde hombre’. Así que no te obsesiones si los telediarios van cargados de ‘necrológicas’. Las buenas noticias –desgraciadamente- no aparecen con la misma frecuencia que las malas; aunque haya más de las primeras. Y ya que hablamos de esto, recuerda –con el título de este post que ahora te cito- que ‘Las buenas noticias dependen de ti’. Y actúa en consecuencia: pon el altavoz. Mantén –además- la actitud del protagonista de ‘Alérgico a las balas’. ¿Que no recuerdas cuál era? Te vas a reír… O vas a pensar.

Dicho todo lo anterior, te añado: siempre se cuenta (por ejemplo, por quienes realizaron el servicio militar obligatorio, la ‘mili’) que los recuerdos que uno acaba guardando, finalmente, son los buenos. Suele ocurrir algo parecido cuando uno rememora su época de estudiante. Y, a veces, hasta cualquiera tiempo pasado… Pues no te amargues ese presente que mañana será pretérito.

Para todo ello, te planteo algunas cuestiones

  1. ¡Fíjate en el hermoso folio blanco que te presentan: en su conjunto! Y disfrútalo: aprovéchalo bien. No me seas tiquismiquis ni aguafiestas. Ve el lado bueno de la vida. Y refléjalo.
  2. Si lo que ves te parece un punto negro, asegúrate de que es así. Toma perspectiva; dale, en cualquier caso, su justa dimensión en todo su contexto. Si el punto es tuyo, aprende de ello; y límpialo. Si fuera ajeno, si está en tu mano, colabora a eliminarlo. Y recuerda siempre, cuando hayas de ayudar a otra persona, lo que te contaba en ‘La crítica leal’…
  3. Sea el punto propio o ajeno, sé compasivo: perdona (te) o pide perdón. Pero nunca te me vayas abajo: recuerda que somos humanos, falibles… y que el mejor escribano echa un borrón. Al que anda, le pasa… A veces, tropieza, ¿y? ¡Que te sirva para tomar impulso!
  4. Aprende también a cambiar el color de los puntos oscuros, cuando no esté en tu mano poder eliminarlos. Si ves que nos centramos -cuando nos presentan una hermosa hoja en blanco- en un minúsculo punto (somos así), ¿qué pasaría si consiguieras que precisamente ese punto hacia el que se nos van los ojos… estuviera lleno de color, de luz? ¿Recuerdas cómo, de niño, añadías el amarillo al azul -por oscuro que parezca- para conseguir un verde esperanza? ¿Puedes sacar bien del mal? Recuerda cómo se crea una perla…

Me gustaría, y acabo ya, trasladarte la importancia de mantener, en lo posible, un espíritu, una actitud, positiva, esperanzada; si puede ser, hasta alegre… incluso cuando no sea fácil, en los diarios quehaceres, en las batallas cotidianas…

La vida tiene, sí, sus claroscuros; pero –como señalaba en su día mi buena amiga Begoña o el Doctor Enrique Rojas– esos contrastes pueden propiciar una hermosa pintura, un bello tapiz… ¿Recuerdas el post ‘Tú y tu Kintsugi’?

En fin… ¡que siempre hay razones para el optimismo! Y si no, habrá que inventarlas; que hacerlas posibles. E intenta –cielito lindo, que dice la canción– no ver verruga allí donde lo que hay es un simpático lunar…

Tú sabes cómo lograrlo. Y, si no, pide ayuda. Que para eso estamos.

Por cierto, por si alguien estuviera obcecado en algún puntito oscuro, sufriendo y/o haciéndolo pasar mal, y le viene bien leer esto, ¿me ayudas a difundir?

Harás bien.

Y… de eso se trata. Y punto.

José Iribas.

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@jiribas

Una mirada positiva. José Iribas

12 pautas para que no te rompa el estrés

José Iribas

“¿Cuánto pesa este vaso de agua?”,preguntó una psicóloga mientras lo mostraba al público en una charla de gestión de estrés.
Las respuestas variaban: para unos el vaso podía pesar 200 gramos, hubo quien llegó a los 250…
La psicóloga sorprendió a todos al afirmar: “El peso absoluto no es lo esencial, depende de cuánto tiempo se sostenga el vaso. Si lo hago un minuto, no hay problema; si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo; si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso objetivo del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado se vuelve”.
Y concluyó: “Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas más, empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada. Es importante acordarse de dejar las tensiones tan pronto como puedas. Al llegar a casa suelta todas tus cargas. No las acarrees días y días. ¡Acuérdate de soltar el vaso!”.

Todos tenemos nuestro correspondiente “vaso de agua”. Alguien me dirá: “lo mío, más que un vaso es una botella o… hasta una garrafa”. Mayor motivo para andarte con cuidado.

No quiero referirme ahora a lo que ya señalé en una entrada anterior (“No te tomes tan en serio“) pero sí quiero compartir contigo algunas ideas que nos pueden ayudar a vivir mejor, sin tanta “presión”. 

Ahí van doce pautas para que no te “rompa” el estrés

  1. Cuando pretendas abordar el trabajo “no comas más con los ojos que con la boca”. Recuerda que “el que mucho abarca, poco aprieta”. Prioriza. Y aprende a delegar, si es el caso.
  2. Ten un horario y un plan. Y cúmplelos. “Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo y de hacerlo bien”, decía Pitágoras. Matemático, oye.
  3. Aborda los problemas de uno en uno, como las uvas de Nochevieja. No te atragantes.
  4. Relativiza si te ves superado o fallas. Intenta ver el lado positivo: lo que aprendes del error. Recuerda lo de que no hay mal que cien años dure (ni cuerpo que lo resista). Y cuando caigas (todos caemos), levántate como la corredora de la que te hablé en la entrada titulada Persevera: es excelente“; porque lo es.
  5. Todas las personas cometemos errores. ¿Te creías Superman? Recuerda el chiste del cartel a la puerta de un quirófano: “Errare humanum est”.
  6. No te agobies, ni angusties, ni imagines necesariamente lo peor. Mantén la calma, el temple. Si te pones nervioso ¿mejoras la situación?
  7. Ríe (hasta de ti, o sobre todo de ti).  Y no te “me” pongas “solemne”. Acéptate. Más: quiérete. Eso no está reñido con el necesario espíritu de superación. Acuérdate también de transmitir optimismo a tu equipo, a tu entorno. Y recuerda: uno no puede dar lo que no tiene.
  8. Sé flexible en tus actitudes, en tu vida. El junco no se rompe ante el vendaval.
  9. Date, de vez en cuando, caprichos o compensaciones. Y dáselas a los demás. No son un gasto; son avituallamiento e inversión.
  10. Necesitas ocio, además de “negocio”: descansos, vacaciones, a su debido tiempo, hobbies. Reserva espacios para ti y los tuyos. Desconecta.
  11. Duerme suficientemente. ¡Hay que recargar las pilas! No te lleves las preocupaciones a la almohada. Déjalas, si acaso, en una nota para el día siguiente.
  12. Comparte tus preocupaciones, ¡pero también tus alegrías! Escribe Rita Schiano que “hablar de nuestros problemas es nuestra gran adicción”. Y añade: “Rompe el hábito: habla de tus alegrías”.

Vuelvo al inicio: suelta el vaso en cuanto puedas y olvídate de él. ¡No te pesará!

José Iribas.

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@jiribas

12 pautas para que no te rompa el estrés

La Madre estaba junto a la cruz

San Bernardo

Sermón en el domingo de la infraoctava de la Asunción, 14-15

El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste – dice el santo anciano, refiriéndose al niño Jesús- está puesto como una bandera discutida; y a ti -añade, dirigiéndose a María- una espada te traspasará el alma.

En verdad, Madre santa, una espada traspasó tu alma. Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús -que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo- hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y, por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal.

¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?

No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores.

Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Este murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.

R/. Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí. Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.

V/. Entonces una espada de dolor le traspasó el alma.

R/. Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.


Oremos:

Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

La Madre estaba junto a la cruz. San Bernardo

La cruz es la gloria y exaltación de Cristo

San Andrés de Creta, obispo

Sermón sobre la Exaltación de la Santa Cruz (PG 97,1018-19.1022-23)

Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.

Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.

Por esto, la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.

La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria, cuando dice: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo glorificará. Y también: Padre, glorifícame con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo», palabras que se referían a la gloria que había de conseguir en la cruz.

También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación, cuando dice: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues, que la cruz es la gloria y exaltación de Cristo.

R/. Oh cruz admirable, de cuyas ramas colgó nuestro tesoro y la redención de los cautivos; por ti el mundo fue redimido con la sangre de su Señor.

V/. Salve, cruz, santificada por el cuerpo de Cristo y adornada con las piedras preciosas de sus sagrados miembros.

R/. Por ti el mundo fue redimido con la sangre de su Señor.


Oremos:

Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

La cruz es la gloria y exaltación de Cristo. San Andrés de Creta, obispo

Somos cristianos y somos obispos

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,1-2

No acabáis de aprender ahora precisamente que toda nuestra esperanza radica en Cristo y que él es toda nuestra verdadera y saludable gloria, pues pertenecéis a la grey de aquel que dirige y apacienta a Israel. Pero, ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores, pero que no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les dice por medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros escuchemos con temor.

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles». Acabamos de escuchar esta lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?» Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo.

Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente.

Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos, por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro ministerio.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar.

V/. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

R/. En verdes praderas me hace recostar.
Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Somos cristianos y somos obispos. San Agustín

Nada quiere perdonar Cristo sin la Iglesia


Beato Isaac, abad del monasterio de Stella

Sermón 11

Hay dos cosas que son de la exclusiva de Dios: la honra de la confesión y el poder de perdonar. Hemos de confesarnos a él. Hemos de esperar de él el perdón. ¿Quien puede perdonar pecados, fuera de Dios? Por eso, hemos de confesar ante él. Pero, al desposarse el Omnipotente con la débil, el Altísimo con la humilde, haciendo reina a la esclava, puso en su costado a la que estaba a sus pies. Porque brotó de su costado. En él le otorgó las arras de su matrimonio. Y, del mismo modo que todo lo del Padre es del Hijo, y todo lo del Hijo es del Padre, porque por naturaleza son uno, igualmente el Esposo dio todo lo suyo a la esposa, y la esposa dio todo lo suyo al Esposo, y así la hizo uno consigo mismo y con el Padre: Este es mi deseo, dice Cristo, dirigiéndose al Padre en favor de su esposa, que ellos también sean uno en nosotros, como tú en mí y yo en ti.

Por eso, el Esposo, que es uno con el Padre y uno con la esposa, hizo desaparecer de su esposa todo lo que hallo en ella de impropio, lo clavó en la cruz y en ella expió todos los pecados de la esposa. Todo lo borró por el madero. Tomó sobre sí lo que era propio de la naturaleza de la esposa y se revistió de ello; a su vez, le otorgo lo que era propio de la naturaleza divina. En efecto, hizo desaparecer lo que era diabólico, tomó sobre sí lo que era humano y comunicó lo divino. Y así es del Esposo todo lo de la esposa. Por eso, el que no cometió pecado y en cuya boca no se halló engaño pudo muy bien decir: Misericordia, Señor, que desfallezco. De esta manera, participa él en la debilidad y en el llanto de su esposa, y todo resulta común entre el esposo y la esposa, incluso el honor de recibir la confesión y el poder de perdonar los pecados; por ello dice: Ve a presentarte al sacerdote.

Nada podría perdonar la Iglesia sin Cristo: nada quiere perdonar Cristo sin la Iglesia. Nada puede perdonar la Iglesia, sino al que se arrepiente, o sea, al que ha sido tocado por Cristo. Nada quiere mantener perdonado Cristo al que desprecia a la Iglesia. Pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. Es éste un gran misterio; y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

No quites la cabeza al cuerpo. Así no podría estar el Cristo total en ninguna parte. En ningún sitio está entero Cristo sin su Iglesia. En ningún sitio está entera la Iglesia sin Cristo. Porque el Cristo entero e integral es cabeza y cuerpo. Por eso dice el Evangelio: Nadie ha subido al cielo, sino el Hijo del hombre, que está en el cielo. Y éste es el único hombre que puede perdonar los pecados.

R/. Te ruego por ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno.

V/. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.

R/. Para que sean uno, como nosotros somos uno.
Oremos:

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Nada quiere perdonar Cristo sin la Iglesia. Beato Isaac, abad del monasterio de Stella

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