Recuperar el noviazgo

Marisa Lorenzo

Lo tengo claro: hay que recuperar el noviazgo.

Vivimos en el tiempo de lo inmediato. A golpe de click tenemos en nuestra mano el mundo. Esa es la medida, ese es el tiempo: un click. Lo que exceda de eso nos impacienta.

Estamos olvidando que hay cosas importantes que deben cocinarse a fuego lento.

El amor necesita tiempo, es incompatible con la precipitación, la improvisación, la inmediatez. Pero el tiempo no basta. 

Llegan a mi despacho muchas parejas que están unidas de por vida por hijos y/o hipotecas y que han llegado ahí casi por inercia. Nunca se han planteado si están generando esos lazos definitivos con la persona con la que quieren pasar el resto de su vida. No ha habido un momento de parar, pensar y decidir si es la persona adecuada, la persona con la que me quiero embarcar en el viaje de la vida.

En muchos casos ni siquiera se conocen de verdad. No saben de sus ilusiones más profundas, de las heridas de su corazón, de sus anhelos y frustraciones.

Nunca han hablado de su proyecto vital, de sus valores fundamentales, de sus miedos.

Quizás se han entregado sus cuerpos, pero casi no se han mostrado sus almas.

Un día coincidieron y eso puso en marcha una cadena de comportamientos impulsivos que les han traído hasta donde están. Mucha acción y poca reflexión. Ninguna decisión.

Y llega el momento en que les faltan argumentos para seguir juntos.

Han viajado a lomos de sus sentimientos y cuando los sentimientos cambian se encuentran perdidos.

El amor es demasiado importante para dejarlo en manos de algo que no podemos controlar. Es necesario añadir a la atracción y a los sentimientos, la razón y la voluntad: la libertad.

El noviazgo debe ser un tiempo para conocerse. Conocimiento del otro y conocimiento de mí mismo. Conocimiento de cómo estamos juntos y del futuro que queremos construir. Tiempo de preparación de algo tan importante y definitivo como es la formación de una familia.

Es evidente que el noviazgo deja de ser importante cuando deja de darse valor al matrimonio.

Pero en todas las encuestas, la familia es lo más importante para la gran mayoría ¿Es posible entonces que se trivialice la formación del hogar, la llegada de los hijos, el proyecto de vida común, hasta el punto de no tomarse en serio la elección de la persona con la que se quiere compartirlo?

¿Se dedica el mismo interés y dedicación a la preparación de una vocación profesional que a la vocación personal?

Es en la elección de nuestro compañero de viaje, de nuestro cónyuge, donde nos jugamos la felicidad. Es necesario reflexión y decisión: ELECCION. ¿Es esta la persona adecuada?. Antes. No cuando ya hay consecuencias definitivas.

Una ruptura no es sólo un fracaso personal. Sus consecuencias van más allá de la propia pareja. El dolor de los dos, se hace extensivo a sus hijos, a sus familias, a la sociedad de la que esa unión es célula fundamental.

¿No es transcendente para los niños el que sus padres les preparen un hogar, una familia estable, donde puedan crecer y madurar en un clima de amor y seguridad?.

Hay que tomarse en serio la preparación del matrimonio, de la familia. Hay que tomarse en serio el noviazgo.

El noviazgo es un tiempo de crecimiento personal y como pareja, donde debemos apreciar si nos ayudamos a mejorar, a crecer como personas. Si estar contigo aporta sentido a mi vida, me hace mejor. Si te veo como mi compañero de viaje, como el socio de la empresa de mi vida, como madre o padre de mis hijos. Si puedo construir mi futuro contigo. Si podemos construir nuestro futuro juntos.

Reflexiono y decido. Preparo algo esencial y transcendente: la construcción de todo un proyecto de vida: EL NUESTRO. Eso es el noviazgo.

Marisa Lorenzo

Asesora Familiar. https://www.terapiadeparejasevilla.es/

@marisalorenzo_

Hay que recuperar el noviazgo. Marisa Lorenzo

Sobre el noviazgo, 2ª Parte

María Álvarez de las Asturias

En el último post ( http://www.estaporvenir.com/sobre-el-noviazgo-1/ ) decíamos que el noviazgo es un período de preparación para el matrimonio, de conocimiento mutuo: para poder conocernos suficientemente tenemos que hablar mucho, con sinceridad y confianza, poder mostrarnos como somos con libertad.

Para que el noviazgo cumpla su sentido auténtico es fundamental plantearnos qué proyecto de vida queremos tener juntos: no se trata de estar totalmente de acuerdo en todo, eso sería imposible y además haría la relación muy aburrida; pero hay algunos temas que tendrán especial importancia en la convivencia matrimonial y sobre ellos hay que hablar (mucho, con sinceridad y claridad).

Algunas de estas cuestiones que conviene plantearse durante el noviazgo son:

  • ¿Qué concepto tengo del matrimonio? ¿Considero que es una unión en el amor definitiva, fiel, fecunda? ¿O tengo otra idea distinta? En esto hay que ser muy claro para poder tomar la decisión de casarse o de no casarse sin engaños; sabiendo qué puede uno esperar de la unión que el otro le propone.
  • ¿Cómo vamos a vivir la sexualidad, la paternidad responsable? ¿Queremos cada uno de nosotros tener hijos, o no? ¿Una familia numerosa o pequeña? ¿Qué pensamos sobre la educación de los hijos? No hace falta llegar a detalles del día a día, pero sí tener una idea clara de qué tipo de formación querríamos darles en casa y el tipo de colegio que elegiríamos para nuestros hijos.
  • ¿Qué lugar ocupa en la vida de cada uno y cómo vamos a vivir la espiritualidad? ¿Compartimos creencias religiosas? En caso negativo, ¿hay un respeto hacia las creencias del otro y a cómo vive esas creencias? ¿Hay un mínimo que podamos compartir? ¿Las creencias de uno de los dos constituyen una diferencia que supone tener criterios irreconciliables en aspectos fundamentales como el concepto del matrimonio, la apertura y educación de los hijos, la paternidad responsable, la sexualidad? Si no compartimos creencias: ¿qué vamos a transmitir a nuestros hijos, en qué ideas/principios/valores/prácticas religiosas les vamos a educar?
  • ¿Cómo planteamos en adelante las relaciones con las familias de origen y con los amigos y las actividades de ocio? Hay que saber en qué lugar están mis padres, hermanos, amigos… y cómo afecta a nuestra relación el puesto que ocupan en mi vida. ¿Estoy de acuerdo en que la vida matrimonial exige cambios en mis prioridades? ¿Qué pasará si hay que hacer renuncias debido a la evolución de la vida matrimonial? ¿Voy a encajar bien estos cambios o hay otras relaciones familiares, de amistad o actividades de ocio que quiero anteponer a mi relación matrimonial?
  • Igualmente hay que tener claro qué lugar ocupa en las prioridades de cada uno el trabajo: ¿es más importante que la familia? Hay que llegar a un equilibrio entre la vida familiar y la vida laboral; pero una vez que se cubren las necesidades familiares básicas, ¿el éxito profesional es para mí más importante que la familia? Y ¿qué consideramos necesidades básicas? ¿Cómo vamos a conciliar vida familiar y laboral?
  • También es necesario ponerse de acuerdo en relación con la gestión del dinero: ¿cuentas comunes o separadas? ¿Admitir o no una dependencia económica de las familias de origen? Si uno de los dos se dedica prioritariamente a la atención de la familia ¿cómo le afectará no tener ingresos propios?
  • En cuanto a si hay cuestiones no-negociables, concretarlas depende de cada persona: hay cosas que, aunque cuesten, se pueden ir encajando. Otras, que nos producen una ruptura interior, no se pueden aceptar. Por eso en todo esto conviene ser muy sincero y muy claro a lo largo del noviazgo: para que ninguno de los dos vaya al matrimonio engañado. Recordemos que el noviazgo es un tiempo para poder decidir, con libertad, continuar adelante y comprometerse en una relación definitiva (“sí, quiero”) o romper si no es posible un futuro juntos. Ruptura que es un éxito si es lo mejor para ambos (un buen noviazgo no tiene que acabar necesariamente en boda) y no es tirar por la borda el tiempo vivido juntos, si en esa etapa nos hemos ayudado mutuamente a crecer y madurar.

Está claro que la vida nos sorprenderá continuamente y no podemos pensar que nuestros planes se van a cumplir exactamente como los hemos pensado. Pero si entre los novios hay un acuerdo de fondo sobre estas cuestiones, será más fácil que no surjan dificultades graves en el matrimonio; porque serán capaces de amoldarse, unidos, a lo que la vida les vaya planteando.

María Álvarez de las Asturias

Canonista, especialista en noviazgo

y orientación familiar.

www.estaporvenir.com

@mariaalvarezast

Sobre el noviazgo, 2ª Parte. María Álvarez de las Asturias

Adolescencia y paciencia de Dios

María Álvarez de las Asturias

“No me escucha; no me hace caso; le apoyo cuando sabe lo que hace pero se enfada si alguna vez le digo que se está equivocando o le doy algún consejo pero ¡yo sólo lo hago por su bien!”

Son frases que se repiten en las conversaciones de padres de adolescentes, ya sea entre amigos o en consultas de orientación. Y van más allá: “no entiendo este comportamiento, que no se corresponde con lo que le hemos enseñado en casa”. Y la preocupación de los padres ¿lo hemos hecho tan mal???

No, probablemente lo hemos hecho bastante bien; o, al menos, todo lo bien que hemos sabido y podido. Pero nuestros hijos, que durante la infancia recibían naturalmente lo que venía de sus padres como “lo bueno”, empiezan a cuestionarse todo. Y es normal: ya no vale con hacer las cosas “porque lo dicen mis padres”, tendrán que buscar la forma de hacer las cosas “porque es bueno”, interiorizando y haciendo suyos  -o descartando-  los valores que les hemos propuesto. Y en ese proceso de crecimiento hacia la madurez, junto a muchas cosas buenas, habrá enfados, meteduras de pata, rebotes contra lo que se percibe como autoridad que limita la libertad, aciertos, rectificaciones, manifestaciones (sinceras) de cariño, peticiones de ayuda y de perdón seguidos de nuevos enfados y rebotes…

Todo esto, a los padres les causa un sufrimiento grande; pero forma parte del amor el respeto a la libertad del otro, en este caso a la libertad de los hijos. No les quiero porque son como yo quiero que sean, les quiero porque son ellos, con sus aciertos y errores. Me alegro con lo bueno y sufro con lo malo, porque amar es exponerse y dejarse afectar por lo que le pase al amado.

Para los creyentes, esta etapa de la paternidad tiene una gran ventaja: es muy educativa; porque nos sitúa a nosotros, padres de adolescentes, ante Dios, Padre nuestro, que puede decir de nosotros lo mismo que nosotros de nuestros hijos: Yo sólo quiero tu bien y tú te enfadas; si te doy un consejo es porque sé lo que te conviene; estoy a tu lado para sostenerte y apoyarte y te parece que invado tu libertad; no entiendes que te quiero cuando aciertas y cuando te equivocas porque te quiero por ser tú, por ser mi hijo.

Así, sufriendo por nuestros hijos, podemos entender mejor el sufrimiento de Dios que forma parte de su locura de amor por cada uno de los hombres.

María Álvarez de las Asturias

Canonista, especialista en noviazgo

y orientación familiar.

www.estaporvenir.com

@mariaalvarezast

Adolescencia y paciencia de Dios. María Álvarez de las Asturias

Civismo

José Iribas

Aquí me tienes de nuevo. Empeñado en cumplir mi compromiso de ofrecerte alguna colaboración de las que publico mensualmente en Mundo Cristiano. 

Esta es bastante pedagógica… así que no vendrá mal ahora que todos hemos retomado “el curso”.

Vamos con ella. Espero que te guste:

Ayer viajaba en tren y vi descender a un grupo de personas, niños y adultos, en una parada del trayecto. Por casualidad, giré la cabeza hacia sus asientos. Habían dejado más rastro que los caracoles; y no me refiero a babas. Peor: aquello estaba plagado de botellas de plástico, bolsas de patatas fritas vacías… desperdicios varios.

Seguramente pensaron: Ya habrá alguien que limpie, ¡que para eso les pagan!

Hay quien compra un billete -de tren o de lo que sea- y se cree con derecho a todo. Sin el menor civismo y sin respeto a quienes les rodean. Y hacia quienes limpian.

El pasado curso, se me quejaba un empleado de un colegio –subrayo este sustantivo- de actitudes semejantes. Niños, y otros que ya no lo eran, salían del aula dejando desorden y materiales por doquier. Alguien se los ordenaría y el aula –seguro- estaría impecable al día siguiente. Y yo pensaba: es probable que les estén enseñando: a pintar, a leer y hasta a hacer raíces cuadradas…  pero no les están educando.

Habrá quien diga que el problema es que vienen ya así ‘de serie’, de casa. ¿Sus padres les dejarán tirar las cosas al suelo del salón o al de la cocina? A alguno, me temo que también. Recordatorio: la familia, primera educadora. No cabe abdicar. Y añado: pero educa la tribu entera.

Estas semanas –con más razón que un santo- el papa Francisco nos exhortaba a cuidar de ‘la casa común’. En concreto, de los océanos.

Sin dejar de hacerlo, empecemos por la propia. Desde el lavabo… hasta alta mar.

Porque el problema se inicia ahí: en nuestra conducta cotidiana.

En el cuidado, delicadeza y el respeto al entorno y a los demás que tú y yo mantengamos.

José Iribas.

www.dametresminutos.wordpress.com

@jiribas

Civismo. José Ibar

Relación de pareja descompensada

Marisa Lorenzo

Hay personas que les parece tener una relación de pareja descompensada. Tienen la sensación de que dan todo por su pareja y que no reciben nada a cambio.

Lo curioso es que a veces esta sensación es compartida por los dos. Ambos miembros de la pareja piensan que no reciben tanto como dan.

Si crees que tu matrimonio está descompensado, hazte los siguientes planteamientos:

1.- ¿Se trata de una sensación o es una realidad? ¿Uno de los cónyuges vive para el otro y el otro vive para sí mismo?

A veces no somos conscientes de lo que nuestro cónyuge hace por nosotros. Es necesario detectar todo lo que nuestra pareja aporta de positivo a nuestra vida.

¿No hace nada o es que nosotros no lo vemos?

Si crees tener una relación de pareja descompensada, sugiero hacer una relación de cosas buenas que tu pareja hace por ti, cosas positivas que aporta a tu vida.

2.- La reciprocidad en el matrimonio consiste en dar y acoger lo que el otro me da. Pero esto no puede ser un intercambio de favores, un trueque inmediato.

Quizás, se parecería más a una cuenta corriente de amor. Yo hago todo lo que puedo por ti, por hacerte feliz y esto engrosa mi cuenta corriente de amor. Mi marido, a su vez, hace todo lo que puede por hacerme feliz, por cuidarme, e incrementa la cuenta corriente de nuestro amor.

No siempre a la vez. No uno inmediatamente después del otro. Sin canjear sobre la marcha lo que cada uno aporta.

En los matrimonios que funcionan bien, la situación es equilibrada si se mira en un periodo amplio, aunque haya descompensaciones en momentos o periodos concretos.

3.- A veces el problema está en que no sabemos satisfacer nuestras propias necesidades. Hay personas que siempre posponen sus necesidades para atender las de los demás.

En estos casos, se debe trabajar para ser emocionalmente más independientes; escucharse un poco más; aprender a atender las necesidades propias; priorizarse.

4.- Si realmente tu pareja es egoísta, debes aprender a pedir y saber decir que no; mostrar tus necesidades para que tu pareja pueda conocerlas y atenderlas. A veces creemos que nuestro cónyuge es adivino. Pide sin exigir. Explica lo que necesitas. Enséñale a salir de sí mismo.

Y no nos olvidemos: el matrimonio no es vivir CON alguien, es vivir PARA alguien.

Marisa Lorenzo

Asesora Familiar. https://www.terapiadeparejasevilla.es/

@marisalorenzo_

Relación de pareja descompensada.

Sobre el noviazgo, 1ª Parte

María Álvarez de las Asturias

En los últimos días he hablado con un grupo de jóvenes sobre cómo vivir bien noviazgos largos. Comparto aquí lo que comentamos en ese encuentro, pensando que puede ayudar a vivir mejor cualquier noviazgo.

¿Qué es el noviazgo?

El noviazgo es un período de preparación para el matrimonio. Por tanto, no es una etapa definitiva ni hay una “vocación al noviazgo”: la vocación es al matrimonio. Lo que caracteriza al noviazgo es que (1) es transitorio, (2) es un tiempo para el conocimiento mutuo y debe servir (3) para alcanzar una decisión libre y madurada -> seguir adelante y casarse; o romper la relación. Porque en el noviazgo, a diferencia del matrimonio, todavía no hay un compromiso definitivo. Y no todo noviazgo debe terminar en boda: un noviazgo bueno, un noviazgo logrado será el que nos permita llegar a tomar la decisión que sea mejor para los dos; en unos casos será continuar pero en otros será romper.

Para pasar del enamoramiento inicial a poder llegar a un compromiso matrimonial, hace falta tiempo y conocerse; ¿cuánto tiempo hace falta? No hay una receta única: el suficiente para conocer al otro (y a uno mismo) y para saber qué proyecto de vida estamos planteándonos juntos. Que sea largo no necesariamente significa que los novios se conozcan bien ni que tomen correctamente la decisión de casarse. Por ejemplo:

  • Noviazgos largos pero superficiales: en los que sólo se comparten la diversión, salir de juerga, los aspectos placenteros de la relación. Es posible que estos novios crean sinceramente que están enamorados, y que se casen ilusionados. Pero, al no haber profundizado en la relación, frecuentemente encuentran dificultades para vivir la relación matrimonial, más exigente, para la que no están preparados.
  • Noviazgos largos pero que siguen adelante por comodidad o convencionalismo, porque la boda “es lo lógico, lo que toca después de tanto tiempo” pero no es una opción reflexiva y elegida conscientemente. No se debe contraer matrimonio así, conformándose con una relación a medias que no disgusta pero tampoco puede llenar la vida.
  • Noviazgo largo en el que, en un momento dado, se asumió el compromiso matrimonial, que se considera irrevocable, y se pierde la libertad de decidir si uno quiere seguir adelante o no: es una situación que produce muchas dificultades, sobre todo si uno de los dos tiene clarísimo que se van a casar y el otro no pero no se atreve a decirlo después de tanto tiempo de noviazgo y de que todo el mundo dé por hecho que se van a casar.

En el noviazgo hay que plantearse preguntas y ser sinceros: ¿tenemos un proyecto de vida juntos, queremos casarnos? Si la respuesta es no, hay que romper la relación; alargar en el tiempo algo que sabemos que no tiene futuro sólo causará dolor. Si la respuesta es sí, adquieren sentido los esfuerzos y renuncias que haya que hacer, juntos, para llegar a hacer realidad ese proyecto de vida que queremos; y pasar por momentos buenos y malos es un entrenamiento para la vida matrimonial. Pero esto conlleva madurar y tomar decisiones, y no acomodarse ni limitarse a disfrutar de todas las ventajas del matrimonio (viajar juntos, ¿convivir?, ¿mantener relaciones sexuales?) sin asumir compromisos y responsabilidades. Para evitarlo, conviene plantearse ¿podemos casarnos? De nuevo caben dos respuestas: sí; entonces ¿por qué no os casáis? No: ¿por qué no? ¿hay razones de peso que no os permiten casaros? Si es así, habrá que esperar; pero a veces no se toma la decisión esperando tener aseguradas muchas cosas materiales o por no querer o no atreverse a asumir responsabilidades. Es verdad que la decisión de casarse debe tomarse con sensatez: pero también con valentía.

María Álvarez de las Asturias

Canonista, especialista en noviazgo

y orientación familiar.

www.estaporvenir.com

@mariaalvarezast

Sobre el noviazgo, 1ª Parte

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