¿Cristal o espejo?

José Iribas

Hace poco llegó a mis oídos una historia que me llamó la atención. La atribuyen a Paulo Coelho.

La protagonizan un joven rico y su rabino.

El joven (no narro literalmente) acude a la casa de aquel y le pide alguna clave para conducirse en la vida.

El rabino le acerca a una ventana y le plantea: ¿Qué ves a través del cristal?

– Personas que transitan las calles, un pobre ciego mendigando junto al templo…

Tras ello, el rabino le muestra un gran espejo y le indica: Mira y dime qué ves.

– Me veo a mí.

– ¡Y ya no ves a los demás! Fíjate: tanto la ventana como el espejo están hechos de vidrio. Ambos de vidrio, sí; pero el espejo tiene tras el cristal una fina lámina de plata bruñida… Y solo te ves a ti.

Compara el cristal de la ventana y el del espejo:

Sin estar cubierto de plata, el primero posibilita ver a los demás y ello -por cierto- no te deja impasible.

Rico y cubierto de plata, sin embargo, solo te ves a ti. Para ver a los demás, para poder posar tu mirada en ellos y poder amarlos, habrás de quitar de ti el revestimiento de plata que hace que tus ojos no vayan más allá de tu propio reflejo.

Esta bonita historia me sugiere varias cuestiones.

¿Cuáles son nuestras prioridades?

Hay quien va por la vida buscando denodadamente ‘plata’. Esta, en su justa medida, es necesaria. Pero no al punto de que su brillo nos ciegue. No al de obsesionarse y anteponerla a todo, renunciando a lo que de verdad tiene valor; aunque quizás -precisamente por eso- no tiene precio.

– Ante la fascinación por la ‘plata’: es necesaria la reivindicación y práctica de una sana austeridad. 

Más veces de las debidas creemos que los bienes materiales (el dinero, por ejemplo, qué mejor ‘plata’) son la clave. Buscamos en esos bienes, en ese patrimonio, seguridades y, a veces… encontramos esclavitudes.

La plata pesa… Los bienes materiales, si son excesivos, nos “cargan”. Nos importunan en la mochila de la vida -aunque a veces no nos demos cuenta de ello hasta que nos desprendemos de los mismos-.

Bien repartidos, iríamos más ligeros de equipaje y podríamos además, al compartir, acercarnos a tener cada uno justo lo que precisamos. Que es… lo que precisamente nos es necesario. Ni mucho menos, ni mucho más. Y disfrutar sencillamente de la travesía vital.

De la importancia de evitar lo superfluo saben mucho quienes realizan a pie el Camino de Santiago: si tienen una mínima experiencia, llevan solo lo necesario. Y se dan cuenta de con qué poco nos es suficiente para avanzar hacia nuestra meta. Y cuánto estorba, ocupa y pesa lo que sobra.

Viene, en este sentido, a mi memoria Sócrates. Disfrutaba frecuentando el mercado… para no comprar. Y afirmaba: Me encanta venir aquí para descubrir que sigo siendo feliz sin todo este amontonamiento de cosas.

¡Suelta lastre! Y más: parte y comparte tu capa. Darás (y recibirás) un calor especial.

Por cierto, ¿cómo tienes el armario de la ropa? ¿Y el trastero -eso que algunos conocen como “la antesala de la basura”-? ¡Y luego que hacemos rica a Marie Kondo!

Te remito a dos posts del blog: ‘Alguna clave sobre trabajo y vida’ y ‘El más rico del cementerio’. 

Y ¿qué me dices de otro materialismo, este no ‘numismático’, aunque no resulte nada barato? 

¿Cuántas personas buscan con ahínco, sacrificio, privaciones, disciplina, con todo tipo de recursos -y a veces con pura obsesión- un ‘cuerpo Danone’, simple ‘carrocería’?

Por cierto, esta brillante plata de la que te hablo ahora -la que se han de comer los gusanos-, esta en concreto, en el mejor de los casos, suele ser… pan para hoy, hambre para mañana. Lo quieras o no, es natural.

Ojo. No digo que no haya que cuidarse. Me refiero más bien al fenómeno del llamado “culto al cuerpo” y lo contrapongo al cultivo intelectual, espiritual: ¿Cuántas personas abandonan, postergan o ponen muy en la parte de abajo de sus prioridades mejorar -con el mismo empeño, al menos- esos otros ‘ámbitos’ como seres humanos? Y sin embargo aquí, la naturaleza no te impediría ir creciendo con el paso de los años: al revés.

“No tengo tiempo”, aducimos a veces como excusa. Digamos, mejor, “no tengo suficiente interés”, porque -como conoces- cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado y un momento se vuelve una oportunidad.

Sobre los estragos del culto al cuerpo tienes otros dos posts en el blog: ‘De la belleza’ y ‘Mujeres, no objetos’. 

-Y, finalmente: el egocentrismo y el egoísmo nos acaban echando a perder.

La historia que encabeza el post subraya que cuando nos centramos en el espejo solo nos vemos a nosotros. ¡Nos perdemos tanto a nuestro alrededor! ¡O más allá de nosotros mismos!

Cuando nos miramos y remiramos, corremos el riesgo de Narciso, el joven de la mitología locamente -nunca mejor dicho- enamorado del reflejo que su propia imagen producía en un estanque. En una contemplación vanidosa, ensimismado e inclinado hacia sí, hacia abajo, acabó arrojándose a las aguas, rompiendo incluso el reflejo y … echándose a perder. Todo su gozo en un pozo.

En nuestra época, abundan los Narcisos. Esos que, si escribieran un libro, y ya que hablamos de plata, en lugar de titularlo “Platero y yo”, lo encabezarían como “Yo y Platero” (“el burro delante, para que no se espante”, que se dice).

Vivimos -no te des por aludido por el uso de esta primera persona del plural- mirándonos y admirándonos, no quizás en un estanque… pero ¡ay, los selfis (y no aludo exclusivamente a lo fotográfico)! ¡cómo atrapan! Cuántas veces parecemos mostrarnos “encantados de habernos conocido” … sin querer prestar la menor atención al barro que -humanos y frágiles- tenemos, cuando menos, en el fondo del estanque.

¡Cuánto se practica eso del “yo, mi, me, conmigo”!

Así vienen muchas hipocondrías y preocupaciones innecesarias, que seguramente evitaríamos en parte, al menos, si tuviéramos una mirada más atenta hacia afuera, hacia los demás y sus necesidades… Ganaríamos en felicidad: ajena y propia.

Quiero concluir con la tesis más favorable: trabajamos por ser cristal transparente que deje pasar la luz y el sol y que permita ver. Pero ¿nos ocupamos de mantener suficientemente limpios los vidrios de nuestras ventanas? Más: ¿nos asomamos a ellas? Y más aún: ¿salimos (siquiera sea de nosotros mismos), a ver, sentir y empatizar con lo les pasa a los demás? ¿Y a ayudarles?

¿O, mientras algo importante -bueno o malo- está sucediendo, estamos más enfocados en grabarlo, tuitearlo o difundirlo… que en disfrutarlo o en ponernos -manos a la obra- a colaborar?

No nos resignemos a pasar por la vida como meros espectadores.

Necesitamos ver, sí; más aún: mirar. Pero, sobre todo, necesitamos mostrar nuestro compromiso activo y aportar lo mejor de nosotros mismos. 

¿Te ha quedado claro? ¡Cristalino! ¡Déjalo ver!

José Iribas.

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@jiribas

¿Cristal o espejo? José Iribas

Una mirada positiva

José Iribas

Al poco de ser elegido secretario general de la ONUKofi Annan relataba a Newsweek una historia que vivió personalmente.

Annan señalaba: Con 17 años, aprendí una lección que nunca olvidaré. Un día, el director del instituto entró en nuestra clase con un inmensa hoja de papel blanco; una hoja, de un metro de largo por un metro de ancho, que tenía un pequeño punto negro en una de sus esquinas. El director extendió la hoja ante nuestros ojos y nos preguntó: 

-Chicos, ¿qué veis? 

Todos respondimos al unísono: – ¡Un punto negro!

Él movió la cabeza con tristeza y desaprobación y dijo: – ¿Ninguno de vosotros ha sido capaz de ver esta enorme y hermosa hoja de papel? ¡Muchachos, no vayáis por la vida con esa actitud!

El mensaje había dado en el blanco.

A veces transitamos por la vida centrados en ese ‘maldito’ punto negro que parece imperar; que nos obsesiona; que capta nuestra atención y la atrapa: ¡y obviamos o despreciamos el amplio soporte blanco en que el mismo se presenta!

Tenemos una capacidad de mirar selectiva, sí. Selectiva y… a veces negativa. Que puede llevarnos al desánimo, a la desazón, a la amargura o a la crítica destructiva. En todo caso, a una evaluación injusta. 

Esté donde esté ese ‘punto negro’, ya sea en ti, en tu misma nariz, te obceca; y estás convencido de que es lo único en lo que los demás van a fijarse, aunque luego nadie se percate o le dé tanta importancia como tú.

Y cuando piensas que está en la cara de otro: ¡ah, cuando creemos que lo hemos detectado, que lo hemos pillado en el de al lado, qué implacables podemos ser con los demás! Lo de la paja en el ojo ajeno…

No voy a negar que los puntos negros, oscuros, existen. También, por cierto, las cremas limpiadoras o… las gomas de borrar.

Pero no quiero dejar de apuntarte alguna idea:

Recuerda aquello de que mete más ruido un árbol que cae que todo un bosque que crece.

No olvides tampoco que, por ejemplo en los medios de comunicación, siempre es más noticia lo de ‘hombre muerde perro’ que ‘perro muerde hombre’. Así que no te obsesiones si los telediarios van cargados de ‘necrológicas’. Las buenas noticias –desgraciadamente- no aparecen con la misma frecuencia que las malas; aunque haya más de las primeras. Y ya que hablamos de esto, recuerda –con el título de este post que ahora te cito- que ‘Las buenas noticias dependen de ti’. Y actúa en consecuencia: pon el altavoz. Mantén –además- la actitud del protagonista de ‘Alérgico a las balas’. ¿Que no recuerdas cuál era? Te vas a reír… O vas a pensar.

Dicho todo lo anterior, te añado: siempre se cuenta (por ejemplo, por quienes realizaron el servicio militar obligatorio, la ‘mili’) que los recuerdos que uno acaba guardando, finalmente, son los buenos. Suele ocurrir algo parecido cuando uno rememora su época de estudiante. Y, a veces, hasta cualquiera tiempo pasado… Pues no te amargues ese presente que mañana será pretérito.

Para todo ello, te planteo algunas cuestiones

  1. ¡Fíjate en el hermoso folio blanco que te presentan: en su conjunto! Y disfrútalo: aprovéchalo bien. No me seas tiquismiquis ni aguafiestas. Ve el lado bueno de la vida. Y refléjalo.
  2. Si lo que ves te parece un punto negro, asegúrate de que es así. Toma perspectiva; dale, en cualquier caso, su justa dimensión en todo su contexto. Si el punto es tuyo, aprende de ello; y límpialo. Si fuera ajeno, si está en tu mano, colabora a eliminarlo. Y recuerda siempre, cuando hayas de ayudar a otra persona, lo que te contaba en ‘La crítica leal’…
  3. Sea el punto propio o ajeno, sé compasivo: perdona (te) o pide perdón. Pero nunca te me vayas abajo: recuerda que somos humanos, falibles… y que el mejor escribano echa un borrón. Al que anda, le pasa… A veces, tropieza, ¿y? ¡Que te sirva para tomar impulso!
  4. Aprende también a cambiar el color de los puntos oscuros, cuando no esté en tu mano poder eliminarlos. Si ves que nos centramos -cuando nos presentan una hermosa hoja en blanco- en un minúsculo punto (somos así), ¿qué pasaría si consiguieras que precisamente ese punto hacia el que se nos van los ojos… estuviera lleno de color, de luz? ¿Recuerdas cómo, de niño, añadías el amarillo al azul -por oscuro que parezca- para conseguir un verde esperanza? ¿Puedes sacar bien del mal? Recuerda cómo se crea una perla…

Me gustaría, y acabo ya, trasladarte la importancia de mantener, en lo posible, un espíritu, una actitud, positiva, esperanzada; si puede ser, hasta alegre… incluso cuando no sea fácil, en los diarios quehaceres, en las batallas cotidianas…

La vida tiene, sí, sus claroscuros; pero –como señalaba en su día mi buena amiga Begoña o el Doctor Enrique Rojas– esos contrastes pueden propiciar una hermosa pintura, un bello tapiz… ¿Recuerdas el post ‘Tú y tu Kintsugi’?

En fin… ¡que siempre hay razones para el optimismo! Y si no, habrá que inventarlas; que hacerlas posibles. E intenta –cielito lindo, que dice la canción– no ver verruga allí donde lo que hay es un simpático lunar…

Tú sabes cómo lograrlo. Y, si no, pide ayuda. Que para eso estamos.

Por cierto, por si alguien estuviera obcecado en algún puntito oscuro, sufriendo y/o haciéndolo pasar mal, y le viene bien leer esto, ¿me ayudas a difundir?

Harás bien.

Y… de eso se trata. Y punto.

José Iribas.

www.dametresminutos.wordpress.com

@jiribas

Una mirada positiva. José Iribas

12 pautas para que no te rompa el estrés

José Iribas

“¿Cuánto pesa este vaso de agua?”,preguntó una psicóloga mientras lo mostraba al público en una charla de gestión de estrés.
Las respuestas variaban: para unos el vaso podía pesar 200 gramos, hubo quien llegó a los 250…
La psicóloga sorprendió a todos al afirmar: “El peso absoluto no es lo esencial, depende de cuánto tiempo se sostenga el vaso. Si lo hago un minuto, no hay problema; si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo; si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso objetivo del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado se vuelve”.
Y concluyó: “Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas más, empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada. Es importante acordarse de dejar las tensiones tan pronto como puedas. Al llegar a casa suelta todas tus cargas. No las acarrees días y días. ¡Acuérdate de soltar el vaso!”.

Todos tenemos nuestro correspondiente “vaso de agua”. Alguien me dirá: “lo mío, más que un vaso es una botella o… hasta una garrafa”. Mayor motivo para andarte con cuidado.

No quiero referirme ahora a lo que ya señalé en una entrada anterior (“No te tomes tan en serio“) pero sí quiero compartir contigo algunas ideas que nos pueden ayudar a vivir mejor, sin tanta “presión”. 

Ahí van doce pautas para que no te “rompa” el estrés

  1. Cuando pretendas abordar el trabajo “no comas más con los ojos que con la boca”. Recuerda que “el que mucho abarca, poco aprieta”. Prioriza. Y aprende a delegar, si es el caso.
  2. Ten un horario y un plan. Y cúmplelos. “Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo y de hacerlo bien”, decía Pitágoras. Matemático, oye.
  3. Aborda los problemas de uno en uno, como las uvas de Nochevieja. No te atragantes.
  4. Relativiza si te ves superado o fallas. Intenta ver el lado positivo: lo que aprendes del error. Recuerda lo de que no hay mal que cien años dure (ni cuerpo que lo resista). Y cuando caigas (todos caemos), levántate como la corredora de la que te hablé en la entrada titulada Persevera: es excelente“; porque lo es.
  5. Todas las personas cometemos errores. ¿Te creías Superman? Recuerda el chiste del cartel a la puerta de un quirófano: “Errare humanum est”.
  6. No te agobies, ni angusties, ni imagines necesariamente lo peor. Mantén la calma, el temple. Si te pones nervioso ¿mejoras la situación?
  7. Ríe (hasta de ti, o sobre todo de ti).  Y no te “me” pongas “solemne”. Acéptate. Más: quiérete. Eso no está reñido con el necesario espíritu de superación. Acuérdate también de transmitir optimismo a tu equipo, a tu entorno. Y recuerda: uno no puede dar lo que no tiene.
  8. Sé flexible en tus actitudes, en tu vida. El junco no se rompe ante el vendaval.
  9. Date, de vez en cuando, caprichos o compensaciones. Y dáselas a los demás. No son un gasto; son avituallamiento e inversión.
  10. Necesitas ocio, además de “negocio”: descansos, vacaciones, a su debido tiempo, hobbies. Reserva espacios para ti y los tuyos. Desconecta.
  11. Duerme suficientemente. ¡Hay que recargar las pilas! No te lleves las preocupaciones a la almohada. Déjalas, si acaso, en una nota para el día siguiente.
  12. Comparte tus preocupaciones, ¡pero también tus alegrías! Escribe Rita Schiano que “hablar de nuestros problemas es nuestra gran adicción”. Y añade: “Rompe el hábito: habla de tus alegrías”.

Vuelvo al inicio: suelta el vaso en cuanto puedas y olvídate de él. ¡No te pesará!

José Iribas.

www.dametresminutos.wordpress.com

@jiribas

12 pautas para que no te rompa el estrés

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