La fidelidad del Señor dura por siempre.

Tomás de Kempis

Imitación de Cristo 3,14

Señor, tus juicios resuenan sobre mí con voz de trueno; el temor y el temblor agitan con violencia todos mis huesos, y mi alma está sobrecogida de espanto.

Me quedo atónito al considerar que ni el cielo es puro a tus ojos. Y si en los mismos ángeles descubriste faltas, y no fueron dignos de tu perdón, ¿qué será de mí?

Cayeron las estrellas del cielo, y yo, que soy polvo, ¿qué puedo presumir? Se precipitaron en la vorágine de los vicios aun aquellos cuyas obras parecían dignas de elogio; y a los que comían el pan de los ángeles los vi deleitarse con las bellotas de animales inmundos.

No es posible, pues, la santidad en el hombre, Señor, si retiras el apoyo de tu mano. No aprovecha sabiduría alguna, si tú dejas de gobernarlo. No hay fortaleza inquebrantable, capaz de sostenernos, si tú cesas de conservarla.

Porque, abandonados a nuestras propias fuerzas, nos hundimos y perecemos; mas, visitados por ti, salimos a flote y vivimos.

Y es que somos inestables, pero gracias a ti cobramos firmeza; somos tibios, pero tú nos inflamas de nuevo. Toda vanagloria ha sido absorbida en la profundidad de tus juicios sobre mí.

¿Qué es toda carne en tu presencia? ¿Acaso podrá gloriarse el barro contra el que lo formó? ¿Cómo podrá la vana lisonja hacer que se engría el corazón de aquel que está verdaderamente sometido a Dios?

No basta el mundo entero para hacer ensoberbecer a quien la verdad hizo que se humillara, ni la alabanza de todos los hombres juntos hará vacilar a quien puso toda su confianza en Dios.

Porque los mismos que alaban son nada, y pasarán con el sonido de sus palabras. En cambio, la fidelidad del Señor dura por siempre.

R/. Tú eres mi refugio y mi escudo, Señor, yo espero en tu palabra; apartaos de mí, los perversos, y cumpliré los mandatos de mi Dios.

V/. Detesto a los inconstantes y amo tu voluntad. R/. Apartaos de mí, los perversos, y cumpliré los mandatos de mi Dios.

La fidelidad del Señor dura por siempre Tomás de Kempis

Cinco caminos de penitencia

San Juan Crisóstomo

Homilía 2 sobre el diablo tentador 6

¿Queréis que os recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.

El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás justificado. Por eso dice el salmista: Propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues, quien condena aquello en lo que faltó, con más dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia esté siempre despierta y sea como tu acusador doméstico, y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios.

Éste es un primer y óptimo camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos, de tal forma que, poniendo a raya nuestra ira, olvidemos las faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone aquellas deudas que ante él hemos contraído; he aquí, pues, un segundo modo de expiar nuestras culpas. Porque si perdonáis a los demás sus culpas – dice el Señor-, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros.

¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo íntimo del corazón.

Si deseas que te hable aún de un cuarto camino, te diré que lo tienes en la limosna: ella posee una grande y extraordinaria virtualidad.

También, si eres humilde y obras con modestia, en este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en lugar de buenas obras presentó su humildad y se vio descargado del gran peso de sus muchos pecados.

Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad.

No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta fácil, y no te puedes excusar aduciendo tu pobreza, pues, aunque vivieres en gran penuria, podrías deponer tu ira y mostrarte humilde, podrías orar asiduamente y confesar tus pecados; la pobreza no es obstáculo para dedicarte a estas prácticas. Pero, ¿qué estoy diciendo? La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes -hablo de la limosna-, pues esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas.

Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas, y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor, rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo.

R/. La oración y el ayuno son prácticas recomendables, y más vale hacer limosnas que atesorar dinero. La limosna expía el pecado.

V/. Perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará. R/. La limosna expía el pecado.

Cinco caminos de penitencia San Juan. Crisóstomo

Que todo sea verdad

María Álvarez de las Asturias

Empezó la Cuaresma 2020. Ya tiempo antes resonaba en mi cabeza esa canción

Por eso Yo la voy a seducir, la llevaré al desierto y allí hablaré a su corazón y ella me responderá como en los días de su juventud”.

Y es que hay épocas en que nos hace falta una purificación; porque se nos van pegando al corazón muchas cosas, no necesariamente malas, que nos distraen de lo que verdaderamente es importante.

Y llegó lo inesperado –alguien en casa iba a tener que pasar varias veces por quirófano- y los cambios de planes. Y el cambio de ritmo y dejar en segundo plano las actividades previstas te ayuda a apoyarte en Quien de verdad sabe lo que necesitas. “Esta pobreza de no controlar los tiempos y momentos es dolorosa, pero es la llamada a una esperanza más pura, sin apoyo humano. Engendra poco a poco la paciencia, la humildad, la mansedumbre. Madura el deseo que un día será satisfecho más allá de lo que esperábamos” (“La felicidad donde no se espera”, Jacques Philippe, Rialp).

Y con la preocupación y el sufrimiento llega el amor de muchos, que nunca han dejado de estar ahí pero con los que el contacto se va espaciando ahogado por las prisas del día a día, y que ahora no se cansan de hacerte llegar su cariño, su oración, su compañía, su sentido del humor.

Pero el proceso de cambiar un corazón de piedra en corazón de carne es largo. Y llegó el COVID-19 a añadir preocupación sobre la ya existente. Y las dudas y el temor de que afectara a nuestros enfermos, a nuestros mayores, a los pequeños. También el deseo de creernos que “sólo es como una gripe”, rápidamente imposible de aceptar al saber que hay que acudir solos a las consultas médicas previstas, sin la compañía y el cuidado de las familias y amigos. Y el ingreso de mi padre (80), las horas eternas esperando noticias deseando que el nivel de saturación suba, el desgarro de no poder estar todos juntos, el miedo a perderle sin poderle abrazar.

Y con todo esto, la fe de mis padres, proclamada sin media duda: “Él sabe más y lo que Él quiera es lo mejor”; y el consuelo del amor recibido a chorros, a pesar de la falta de contacto físico que tanto necesitamos.

Saldremos de esto distintos; el sufrimiento también es bueno, porque puede sacar de nosotros lo mejor.  Y esto es lo que gano yo en esta guerra, resumido en la canción que me envió un amigo sacerdote: Que todo sea verdad. Y es que ahora sí, definitivamente, lo que quiero es:

Que todo sea verdad

Que las palabras sean de amor

Que escandalice mi postura y mi sonrisa ante el dolor

Que desborde la locura sin medida de tu Amor

Que nos llenemos de Tus promesas

Que las bailemos de sol a sol

Que disfrutemos del camino con un mismo corazón.

María Álvarez de las Asturias

Canonista, especialista en noviazgo

y orientación familiar.

www.estaporvenir.com

@mariaalvarezast

Que todo sea verdad

Humanae Vitae

María Álvarez de las Asturias

Para poder elegir algo, hay que conocerlo previamente. Para poder vivir la paternidad responsable según el Magisterio de la Iglesia, antes hay que conocerlo. Y aquí surge una primera dificultad: es difícil que te expliquen, de verdad, qué enseña la Iglesia sobre paternidad responsable. Generalmente lo que encontrarás es que te transmiten dudas o juicios de valor pero no lo que dice el Magisterio, tal cual, para que puedas tú formar tu propio criterio.

Esto es especialmente llamativo cuando hablamos de la Encíclica Humanae Vitae: ¿cuántos esposos católicos han leído la Encíclica, aunque sea para decidir que no quieren vivir como Pablo VI y la Iglesia enseñan? Muy pocos. La mayoría han recibido una visión sesgada de la Encíclica y toman sus decisiones sobre paternidad responsable sin conocer la verdad del Magisterio. Y esto es muy grave porque son los esposos quienes deben tomar las decisiones sobre paternidad, siguiendo una conciencia rectamente formada (Gaudium et Spes 50, Humanae Vitae 10, Amoris Laetitia 222): ¿cómo podemos considerar rectamente formada la conciencia que no tiene acceso a la verdad del Magisterio de la Iglesia?

Los motivos por los que no se explica bien la enseñanza de Pablo VI en Humanae Vitae son múltiples. En mi experiencia he encontrado frecuentemente dos formas de desfigurar la Encíclica. Por un lado, la simplificación que lleva a afirmar “es la encíclica que condena los anticonceptivos, así que hay que tener todos los hijos que vengan”, tergiversando la verdadera propuesta del Papa contenida en el número 10 de Humanae Vitae: “la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido”.

Por otro, la condena de la Encíclica amparada en la dificultad de vivir la paternidad responsable en continencia periódica ateniéndose a los ritmos biológicos. Condena que es tanto más dolorosa cuando viene de personas comprometidas en una vocación que implica una vida de continencia definitiva: ¿consideran que los esposos son incapaces de vivir lo que ellos viven?; ¿la vocación matrimonial no merece los esfuerzos que merece una vocación al celibato?; ¿o se están transmitiendo las propias dificultades personales? Nos encontramos aquí frecuentemente ante una solapada forma de clericalismo, que hurta a los esposos la toma de decisiones que les corresponden. Sin olvidar que el criterio para decidir el valor de un acto humano no puede ser la facilidad o dificultad del mismo.

Surge una nueva forma de poner en duda la validez de la Encíclica Humanae Vitae: se conoce ahora que, antes del texto definitivo, hubo una redacción anterior que no llegó a publicarse. Y a muchos les parece motivo suficiente para poner bajo sospecha la validez del texto final. Pero ya el propio Pablo VI afirmaba en el número 6 que no podía considerar definitivas las conclusiones de la Comisión de Estudio “ni dispensarnos de examinar personalmente la grave cuestión; entre otros motivos, porque en el seno de la Comisión no se había alcanzado una plena concordancia de juicios acerca de  las normas morales a proponer y, sobre todo, porque habían aflorado algunos criterios de soluciones que se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza. Por ello, habiendo examinado atentamente la documentación que se nos presentó y después de madura reflexión y de asiduas plegarias, queremos ahora, en virtud del mandato que Cristo nos confió, dar nuestra respuesta a estas graves cuestiones”. El texto fue revisado por el Papa y publicado en la versión final, versión a la que hacen referencia desde entonces hasta hoy los textos de los Romanos Pontífices cuando exponen la forma de vivir la paternidad responsable.

Si todavía no conoces de primera mano Humanae Vitae, no te quedes con lo que te cuenten por ahí; es un texto bellísimo sobre el amor conyugal: anímate a leerlo http://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_25071968_humanae-vitae.html

María Álvarez de las Asturias

Canonista, especialista en noviazgo

y orientación familiar.

www.estaporvenir.com

@marialvarezast

Humanae Vitae

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